The bad international image of Bolivia – La mala imagen internacional de Bolivia

Editorial, El Deber:

Bolivia is going through a period of economic turbulence. The drop in Net International Reserves was the trigger for much bad news for the country. One of them is the shortage of dollars, internally, but it is not the only one. Later, Fitch Ratings’ rating was announced, which lowered Bolivia from B to B-, with a negative projection. As if that were not enough, the JP Morgan bank concluded that the country exceeded 1,000 country risk points. All of this forms a very complicated package and damages our image internationally.

What does this mean? That Bolivia has a minimum capacity to pay the debt and that the country is risky to invest.

This reality is not gratuitous. Since 2006 the confidence that foreign investors had in the country has been deteriorating. With a populist discourse, the so-called nationalization of natural resources was produced, which suddenly changed the rules of the game for those who invested foreign capital to produce in Bolivia. Thus it was that they took the commitments to arbitration processes and the majority were lost by the national State. Legal security and the possibility of being an attractive nation to attract new capital were breaking.

Added to this are the ideological discourses of the extreme left, which deny some countries and surrender to others. This biased view is also reflected in many investments that are in Bolivia. For example, Chinese or Russian capital, to the detriment of those that could come from the United States, Europe or other Asian countries. Why are some good and others bad? Just for ideology? When the logical thing would be that they all be evaluated thinking about the economic well-being of Bolivians, about the ability to generate decent employment.

On the sidelines are other illegal capitals; for example, those who exploit gold in the north of La Paz and take that income, without formally declaring it and without leaving taxes for the State, taking advantage of the cracks left by corruption.

Bolivia’s image in the world has deteriorated for all these reasons, even though the government insists that the country is an island with low inflation and high economic growth, and for that reason it receives applause from the world. This does not generate investments if, when making them, there is legal insecurity and serious problems such as smuggling, the invasion of productive land, drug trafficking, and uncertainty about the rules of the game for investing.

The problem is that an effort to improve that image is not noticeable either. The embassies are occupied by politicians loyal to the Government and, in many cases, by people who do not have the training or the capacity and access diplomatic positions without a work scheme and only as compensation for their partisan work. There is no investment promotion abroad, there is no plan and it even seems that it is of no interest.

Bolivia should work hard to improve its international image, along with a scheme to attract investment. Perhaps if foreign capital arrived in better conditions and in larger quantities, the problem of hydrocarbon exploration could be solved, competition for lithium exploitation could be generated, or agricultural production for export could be increased.

For this, a long view and a statesman’s vision are needed. Thinking about Bolivia in the long term implies ceasing to be in the small fight for the candidacy of a party and making history based on immediate policies that allow us to overcome the current economic turmoil.

Bolivia atraviesa por un periodo de turbulencia económica. La caída de las Reservas Internacionales Netas fue el detonante de muchas malas noticias para el país. Una de ellas es la escasez de dólares, en lo interno, pero no es la única. Después se conoció la calificación de Fitch Ratings que baja de B a B- a Bolivia, con una proyección negativa. Por si fuera poco, el banco JP Morgan concluyó que el país superó los 1.000 puntos de riesgo país. Todo eso forma un paquete muy complicado y deteriora nuestra imagen a escala internacional.

¿Qué significa esto? Que Bolivia tiene una mínima capacidad de pago de la deuda y que el país es riesgoso para invertir.

Esta realidad no es gratuita. Desde 2006 se fue deteriorando la confianza que tenían los inversionistas extranjeros en el país. Con un discurso populista se produjo la mentada nacionalización de los recursos naturales, lo que cambió de pronto las reglas del juego para quienes ponían capitales foráneos para producir en Bolivia. Así fue que llevaron los compromisos a procesos de arbitraje y la mayoría fueron perdidos por el Estado nacional. Se quebraba la seguridad jurídica y la posibilidad de ser una nación atractiva para atraer nuevos capitales.

A ello se suman los discursos ideológicos de la extrema izquierda, que reniegan de unos países y se rinden ante otros. Esa mirada sesgada se refleja también en muchas inversiones que sí están en Bolivia. Por ejemplo, los capitales chinos o rusos, en desmedro de los que podrían provenir de Estados Unidos, Europa u otros países asiáticos. ¿Por qué unos son buenos y otros son malos? ¿Solo por ideología? Cuando lo lógico sería que se evalúen todos pensando en el bienestar económico de los bolivianos, en la capacidad de generar empleo digno.

Al margen están otros capitales ilegales; por ejemplo, los que explotan oro en el norte de La Paz y se llevan esos ingresos, sin declararlos formalmente y sin dejar tributos para el Estado, aprovechando las grietas que deja la corrupción.

La imagen de Bolivia en el mundo está deteriorada por todas esas razones, aunque el Gobierno insista en que el país es una isla con baja inflación y alto crecimiento económico, y que por eso recibe aplausos del mundo. Eso no genera inversiones si a la hora de hacerlas hay inseguridad jurídica y problemas graves como el contrabando, la invasión de tierras productivas, el narcotráfico y la incertidumbre sobre las reglas del juego que hay para invertir.

El problema es que tampoco se nota un esfuerzo por mejorar esa imagen. Las embajadas son ocupadas por políticos leales al Gobierno y, en muchísimos casos, por gente que no tiene la formación ni la capacidad y accede a cargos diplomáticos sin un esquema de trabajo y solo como compensación a su trabajo partidario. No existe promoción de inversiones en el extranjero, no hay un plan y hasta parece que no interesa.

Bolivia debería trabajar a fondo el mejoramiento de su imagen internacional, junto con un esquema de atracción de inversiones. Quizás si los capitales extranjeros llegaran en mejores condiciones y en mayores cantidades se podría resolver el problema de la exploración de hidrocarburos, generar competencia para la explotación del litio o incrementar la producción agropecuaria de exportación.

Para ello se necesita mirada larga y visión de estadista. Pensar a Bolivia a largo plazo implica dejar de estar en la pelea pequeña por la candidatura de un partido y hacer historia a partir de políticas inmediatas que permitan superar las turbulencias económicas actuales.

https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/la-mala-imagen-internacional-de-bolivia_318450

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