By German Huanca, Publico.bo:
President Arce recently distanced himself from responsibility for economic decisions in Bolivia with the following statement: “They always say, ‘Ah, but you were Minister of Economy.’ Yes, but I wasn’t Minister of Hydrocarbons.” With this, he suggests that he wasn’t really an Economy Minister but rather limited his role to recording accounts provided by other ministries. This raises the public debate on whether the country was managed with a primarily accounting perspective—focused on record-keeping and short-term results—rather than an economic perspective, which involves comprehensive analysis, optimization, and economic efficiency. Below, we analyze the possible consequences of this accounting vision, based on the words of Bolivia’s president.
Upon taking office in 2006, MAS implemented one of its first measures, which, according to Álvaro García Linera, “grabbed transnationals controlling hydrocarbons by the throat.” The first significant accounting record of this action was the increase in the wellhead hydrocarbon tax from 50%—a measure achieved by Hormando Vaca Díez—to 82% with nationalization. According to former Minister Arce, this action was recorded as a major revenue gain, leading to an unprecedented increase in the country’s dollar income. However, an Economy Minister with an economic perspective would have conducted a thorough analysis of how this measure would impact future investments in the gas sector, as it significantly reduced incentives for foreign investment.
A second example of the accounting vision is the implementation of a fixed exchange rate. From a purely accounting perspective, managing financial records is easier with a fixed exchange rate, as a flexible exchange rate requires constant accounting adjustments. However, from an economic standpoint, a fixed exchange rate helps control inflation and maintain stability, while a variable or floating exchange rate allows for adaptation to sudden changes in international economic conditions. The country should have considered this change as early as 2014 when falling gas revenues became evident, but the accounting vision prevailed.
A third example of accounting-focused management is seen in how public enterprise revenues were handled. Companies that reported a positive EBITDA (earnings before interest, taxes, depreciation, and amortization) by the third quarter were viewed as cash sources to fund social programs such as the Juancito Pinto and Juana Azurduy bonuses (see the Supreme Decrees on the distribution of these bonuses and their funding sources between 2006 and 2024). While an economic vision would have assessed the impact of transferring these resources without consulting public enterprise management, the accounting vision prioritized the immediate availability of funds, emphasizing EBITDA figures over net profits. Although these social bonuses benefited families, diverting these resources weakened state-owned enterprises, which were already flawed from inception due to a lack of market studies. Today, most of these enterprises are financially unviable and inefficient.
A fourth example of the accounting perspective is evident in the modification of the BoliVida program. The original model linked lifetime annuities to hydrocarbon revenues, but the rebranded Bono Solidaridad expanded beneficiary coverage and established a fixed payment without a sustainable funding source. From an accounting viewpoint, funds from the capitalization process were simply divided among the target population, shifting from annual to monthly payments. Although this change multiplied the cost of transfers twelvefold, potential economic consequences and long-term sustainability were overlooked.
A fifth factor confirming the dominance of an accounting over an economic approach is the management of international reserves. From an accounting perspective, the solution to replace the dollar flow generated by gas exports was to rely on international loans—in other words, increasing external debt. By 2017, data showed that Bolivia’s foreign exchange reserves for imports were at the same level as in 2006, the year when the economy was allegedly in ruins. As dollar reserves declined, the accounting approach recommended resorting to external debt, pushing Bolivia’s foreign debt beyond $13 billion and domestic debt to nearly $30 billion. An economist, by contrast, would have implemented policies such as adjusting the exchange rate to make exports competitive, introducing tariffs on non-essential imports (such as smuggled vehicles), and adopting measures to cut public spending and control monetary issuance. However, the accounting approach prevailed.
In conclusion, President Arce’s statement—despite his tenure as Economy Minister—reveals that Bolivia’s economic decisions have been dominated by an accounting mindset rather than an economic one. To overcome the current crisis, Bolivia needs a specialized approach to public finance management that goes beyond bookkeeping. A true economic vision is required to shape a sustainable future for the country.
Por German Huanca, Público.bo:
El presidente Arce recientemente deslindó su responsabilidad en la toma de decisiones sobre la economía boliviana con la siguiente afirmación: “Siempre dicen: ‘Ah, pero usted era ministro de Economía’, sí, pero no era ministro de Hidrocarburos”. Con esto, nos sugiere que, en realidad, no fue ministro de Economía; más bien, su rol se limitó a registrar las cuentas que otros ministerios le entregaban. De esta manera, pone en debate público si el país fue gestionado más desde una óptica contable, centrada en el registro y el corto plazo, que desde una óptica económica, que implica un análisis integral, optimización y eficiencia económica. A continuación, analizaremos las posibles consecuencias de esta visión contable, según las palabras del presidente de Bolivia.
Apenas asumido el gobierno en 2006, el MAS implementó una de sus primeras medidas que, según Álvaro García Linera, “agarró del cuello” a las transnacionales que controlaban los hidrocarburos. El primer registro contable importante de esta acción fue el aumento del impuesto a los hidrocarburos en boca de pozo del 50%, logrado por Hormando Vaca Díez, llevándolo al 82% con la nacionalización. A decir del ex ministro Arce, este hecho se registró como un ingreso significativo, lo que hizo que la cuenta de ingresos en dólares aumentara como nunca en la historia de Bolivia. Sin embargo, un ministro de Economía con una visión economista habría realizado un análisis exhaustivo sobre los efectos que esta medida tendría en las inversiones futuras en el sector gasífero, ya que suponía una reducción de incentivos a la inversión extranjera.
Un segundo ejemplo de la visión contable se observa en la implementación del tipo de cambio fijo. Desde un punto de vista puramente contable, es más sencillo manejar una contabilidad con un tipo de cambio fijo, ya que un tipo de cambio flexible implica ajustes contables constantes. Sin embargo, desde una perspectiva económica, el tipo de cambio fijo se utiliza para controlar la inflación y fomentar la estabilidad, mientras que un tipo de cambio variable o flotante permite adaptarse a los cambios bruscos en las condiciones económicas internacionales. La consideración de este cambio debió haberse implementado desde 2014, una vez que la caída de los ingresos por gas comenzó a evidenciarse, pero primó más la visión contable.
Un tercer ejemplo de gestión contable lo encontramos en la captura de los ingresos de las empresas públicas. Aquellas empresas que, al tercer trimestre, reportaban un EBITDA (utilidades antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones) positivo eran vistas como fuentes de recursos para financiar bonos sociales como Juancito Pinto y Juana Azurduy (ver los decretos supremos de distribución de esos bonos y sus fuentes de financiamiento entre 2006 y 2024). Mientras que una visión económica habría considerado el impacto de transferir esos recursos sin consultar a las gerencias de las empresas públicas, la visión contable se centró en la disponibilidad inmediata de recursos, incluso publicitando más las cifras EBITDA y no las utilidades netas. Si bien los bonos son beneficiosos para las familias, la transferencia de estos recursos debilitó a las empresas públicas, que nacieron con muchas deficiencias y sin los estudios de mercado necesarios, y que hoy, en su mayoría, son deficitarias e ineficientes.
Un cuarto ejemplo de visión contable se evidencia en la modificación del BoliVida, cuyo modelo original asociaba la renta vitalicia a los ingresos hidrocarburíferos. El nuevo bono, denominado Bono Solidaridad, amplió el universo de beneficiarios y estableció un pago fijo sin un referente que lo sostuviera. Desde una óptica contable, se tomaron los recursos provenientes de la capitalización y se dividieron entre la población objetivo, pasando de pagos anuales a pagos mensuales. Aunque este cambio multiplicó el costo de las transferencias por doce transacciones al año, no se consideraron las posibles consecuencias económicas para el Estado ni su sostenibilidad en el tiempo.
Un quinto elemento que confirma la primacía de la visión contable sobre la económica se observa en la administración de las reservas internacionales. Desde una perspectiva contable, la solución para reemplazar el flujo de dólares generado por las exportaciones de gas fue recurrir a créditos internacionales, es decir, más deuda externa. En 2017, los datos mostraron que la economía boliviana tenía la misma cobertura en dólares para importaciones que en 2006, año en que supuestamente se recibió una economía destrozada. Ante la disminución de dólares, y desde la visión contable, los ajustes en el flujo recomendaron recurrir a deuda externa, lo que llevó a Bolivia a acumular más de 13.000 millones de dólares en deuda externa y cerca de 30.000 millones de dólares en deuda interna. En cambio, un economista habría adoptado medidas de política económica, como la modificación del tipo de cambio para hacer competitivas las exportaciones o la implementación de tarifas a las importaciones no esenciales, como la de vehículos de contrabando. Además, habría tomado medidas para reducir el gasto público y controlar la emisión monetaria. Sin embargo, primó la visión contable.
Para terminar, la declaración del presidente Arce, quien fuera ministro de Economía, pone de manifiesto que, hasta ahora, las decisiones económicas en Bolivia han estado dominadas por una visión contable más que por una visión económica. Bolivia para salir de esta crisis necesita un manejo especializado de las finanzas públicas, no solo contable, sino una visión económica que permita proyectar el futuro de los bolivianos.
https://publico.bo/opinion/vision-contable-o-vision-economica-en-la-gestion-del-pais/
