By Renzo Abruzzese, El Deber:
Throughout the 20th century, the national left considered that all the nation’s ills were associated with class interests. Given that the vast majority of the people experienced chronic poverty as a result of the existence of an anti-national oligarchy, the universal reference point ended up being the people. Everything that had some degree of visibility had to be part of the people; otherwise, it was just a mirage or, at best, a bourgeois contrivance.
In the face of the hegemony of the popular, politics became subsumed by the discourse of poverty and the miserable conditions in which the people lived. Hence, it made sense to say that the essence of the nation was expressed in the “national-popular.” The popular became the general category of discourse: it covered everything, explained everything, and it was assumed that eliminating its causes would solve everything. Other interpretations, government programs, ideological discourses, or musical potpourri were only legitimate if they were somehow inscribed in the vast scale of the popular.
As the primary heir to Marxist ideology, indigenist thought became hijacked by Marxist precepts. The possibility of generating a critical thought capable of recognizing the multiplicity of factors that make a society what it truly is, subsumed indigenist discourses, which were so useful and productive in the 20th century, transforming them (today) into veritable straitjackets that ultimately express themselves as efficient mechanisms of unipolar and exclusionary authoritarianism.
Any form of interpreting reality that did not repeat the Marxist precepts of the past century and the indigenist ones of the present, or any argument that did not recognize itself as part of the popular, is immediately excluded, segregated, and repressed in various ways, some subtle and others brutal. The consequence is that nearly two decades of silence imposed by the MAS and systematic semantic and symbolic repression have degraded politics, ideological discourses, political foundations, and arguments inherent to modern rationality into a sort of irrelevant creeds and mediocre discourses, products of the “criollo cunning,” light years away from political debate. All politics appears fallacious, simplistic, with trivial justifications and mediocre protagonists. It is impossible to recognize men of the stature of those who transformed the nation immediately after the Chaco War. Figures like Buch, Villarroel, or Paz Estenssoro are almost mythical and indeed unattainable today. We live in the closure of the universe of discourse, as Marcuse would say, and under these conditions, MAS has condemned more than one generation to mediocrity.
The dream of a little dictator like García Linera or a politician with a lot of intuition and little culture like Evo Morales to control a society of a single thought, with a dominant native language, a dominant Andean worldview, a dominant indigenist ideology, and an eternal and dominant ruler, was thrown into the garbage of history by the new popular bourgeoisie, the development of a powerful fair economy, and a growing middle class, all democratic and citizens before being populists. Thank God.
Por Renzo Abruzzese, El Deber:
Durante todo el siglo XX, la izquierda nacional consideraba que todos los males que experimentaba la nación se asociaban a los intereses de clase. Dado que la gran mayoría del pueblo experimentaba un estado de pobreza crónica como consecuencia de la existencia de una oligarquía antinacional, el referente universal terminó siendo el pueblo. Todo lo que tenía algún grado de visibilidad debía ser parte del pueblo, de lo contrario era solo un espejismo, o en el mejor de los casos, un artificio burgués.
Ante la hegemonía de lo popular la política quedó subsumida al discurso de la pobreza y de las condiciones miserables en que vivía el pueblo, de ahí que adquirió sentido aquello de que la esencia de la nación se expresaba en lo “nacional-popular”. Lo popular se transformó en la categoría general del discurso: lo recubría todo, lo explicaba todo y se suponía que eliminadas sus causas lo solucionaría todo. Las otras interpretaciones, los programas de gobierno, los discursos ideológicos o el potpurrí musiquero sólo era legitimo si se inscribía en alguna manera en la vasta escala de lo popular.
Heredero primogénito de la ideología marxista, el pensamiento indigenista quedó secuestrado por los preceptos marxistas. La posibilidad de generar un pensamiento crítico capaz de reconocer la multiplicidad de factores que hacen de una sociedad lo que en realidad es, subsumió los discursos indigenistas que fueron tan útiles y productivos en el siglo XX transformándolos (en la actualidad) en verdaderas camisas de fuerza que finalmente se expresan como eficientes mecanismos de un autoritarismo unipolar y excluyente.
Cualquier forma de interpretar la realidad que no repitiera los preceptos marxistas del siglo pasado y los indigenistas del presente, o cualquier argumento que no se reconoce propio de lo popular es inmediatamente excluido, segregado y reprimido deformas diversas, unas sutiles otras brutales. La consecuencia es que a casi dos décadas de silencio impuesto por el MAS y una sistemática represión semántica y simbólica han degradado la política, los discursos ideológicos, las fundamentaciones políticas y los argumentos propios de la racionalidad moderna a una suerte de credos irrelevantes y discursos mediocres producto de la “viveza criolla” años luz del debate político. Toda la política se muestra falaz, simplona, de justificaciones triviales y de protagonistas mediocres, es imposible reconocer hombres de la talla de aquellos que inmediatamente después de la Guerra del Chaco transformaron la Nación. las figuras de un Buch, de un Villarroel, de un Paz Estenssoro son casi míticas y de hecho inalcanzables hoy en día. Vivimos el cierre del universo del discurso como diría Marcuse, y bajo estas condiciones el MAS a condenado a la mediocridad a más de una generación.
El sueño de un dictadorcito como García Linera o de un político de mucho olfato y poca cultura como Evo Morales por controlar una sociedad de pensamiento único, con un idioma nativo dominante, una cosmovisión andina dominante, una ideología indigenista dominante y un gobernante eterno y dominante, la tiraron al basurero de la historia la nueva burguesía popular, el desarrollo de una poderosa economía de ferias y una clase mediante creciente, democráticos todos y ciudadanos antes que populacheros. A Dios gracias.
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/el-discurso-popular_371423
