
Manfredo Kempff, El Deber:
A little bit of hope
Not everything is bad in Bolivia, although the bad outweighs the good by far. But the good things, however few they may be, have to be commented on, because otherwise we would live in permanent unease that would make us a more bitter and frustrated nation than it is, which would make it even more miserable.
The words of Fernando Hurtado, in his inauguration speech as president of Cainco –despite provoking a hostile and rude attitude from the Arce ministers who attended the act showing disagreement and contempt– were, to say the least, very hopeful; refreshing would be the right term. He spoke well, with ease, clarity and courage, as befits a responsible person in the dire circumstances the country is going through.
Hurtado said that there is a change of cycle in the world that naturally affects Bolivia. That it is necessary to adapt to the new circumstances, starting with the work that corresponds to the State, which cannot be restrictive but rather open to private activity, the main generator of goods and jobs. He said that the quotas, price bands and other restrictions cannot continue to be exercised from power, because that results in a straitjacket for the national economy. In short, he expressed something that has been said in Santa Cruz for a long time, which is not new, and that is that businessmen -mainly from Santa Cruz- do not ask for or demand state aid, but something that is not complicated or costs money to the State: let them work. Entrepreneurs see permanent “tripping” from the central power against their activities.
State competition with the private sector has never been advisable because it has always produced contrasts. It is very clear that state performance is very poor when compared to private activity. According to the data offered by Hurtado, the performance of the State in wealth creation is barely 3 to 1 in relation to investment, while that of the business sector is 10 to 1. What conclusions can be reached then? Is there any doubt, other than by way of demagoguery, that justifies a state-business confrontation?
Added to this, of course, is that indiscriminate extortionist desire for extremely abusive inspections, of which everyone complains, imposing excessive fines that lead to the closure of companies, when the opposite should be expected from the State, that is, seek the best way to encourage production and recover the economy, a recovery that President Arce talks so much about. Rather, the State should fire its heavy artillery against smuggling, which affects all national projects. Not to mention drug trafficking, of course, which has far exceeded the highest levels of previous administrations. Where we go?
The president of Cainco stated that the existence of more market than State is essential. And he also said something that the current rulers must take into account when they speak to crowds where they feel comfortable: employment is the best way to distribute income. Talking about a better distribution of wealth and not creating jobs trying to squeeze those who generate jobs is something inconceivable.
Much can be written and talked about what Fernando Hurtado said, and surely it will be so, but, with the exception of the two Arce ministers who showed their annoyance, faithful to statism, what we heard was like a balm that tells us that still there is a possible Bolivia.
Apparently there is no doubt that in Bolivia there are two countries. It is not, in any way, a Bolivia divided geographically into two parts. It is not that “the line” has been put on it, as is usually said. Nothing of that. What exists is a Bolivia with a statist mentality that comes from yesteryear and is politicized in an unhealthy way, and another nation with a free enterprise mentality, which prevails mainly in the Bolivian east, but also in vast sectors of the west that feel so gagged and chained like us.
We still have a little bit of hope, when instead of slogans, clear proposals are launched, which make us see which is the path to follow. God grant that it is not too late, that Bolivia still exists, when we embark on the correct route.
Un poquito de esperanza
No todo es malo en Bolivia, aunque lo malo supera a lo bueno con gran ventaja. Pero las cosas buenas, por escasas que sean, tienen que ser comentadas, porque de lo contrario viviríamos en una desazón permanente que nos convertiría en una nación más amargada y frustrada de la que es, que la haría más desgraciada aún.
Las palabras de Fernando Hurtado, en su discurso de posesión como presidente de la Cainco –pese a que provocó una actitud hostil y maleducada de los ministros de Arce que asistieron al acto demostrando desacuerdo y menosprecio– fue, cuando menos muy esperanzador; refrescante, sería el término adecuado. Habló bien, con soltura, claridad y coraje, como corresponde hacerlo a una persona responsable en las penosas circunstancias por las que atraviesa el país.
Hurtado dijo que existe un cambio de ciclo en el mundo que afecta, naturalmente, a Bolivia. Que hay que adecuarse a las nuevas circunstancias, partiendo por la labor que le corresponde al Estado, que no puede ser restrictiva sino abierta a la actividad privada, principal generadora de bienes y de empleos. Dijo que los cupos, bandas de precios y otras restricciones no pueden continuar siendo ejercidas desde el poder, porque eso resulta como una camisa de fuerza para la economía nacional. En suma, expresó algo que en Santa Cruz se viene diciendo desde hace mucho tiempo, que no es novedad, y es que los empresarios –cruceños principalmente– no piden ni exigen la ayuda estatal, sino de algo que no es complicado ni le cuesta dinero al Estado: que los dejen trabajar. Los emprendedores ven “zancadillas” permanentes del poder central contra sus actividades.
La competencia del Estado con el sector privado jamás ha sido aconsejable porque siempre ha producido contrastes. Está muy claro que el rendimiento estatal es muy pobre si se la compara con la actividad privada. Según los datos que ofreció Hurtado, el rendimiento del Estado en la creación de riqueza es de apenas 3 a 1 con relación a la inversión, mientras que la del sector empresarial es de 10 a 1. ¿A qué conclusiones se puede llegar entonces? ¿Existe alguna duda, que no sea por la vía demagógica, que justifique un enfrentamiento estatal-empresarial?
A esto se agrega, desde luego, ese indiscriminado afán extorsivo de fiscalizaciones extremadamente abusivas, de lo que se queja todo el mundo, imponiendo excesivas multas que llevan al cierre de empresas, cuando habría que esperar todo lo contrario del Estado, es decir buscar la mejor forma de incentivar la producción y recuperar la economía, recuperación de la que tanto habla el presidente Arce. El Estado, más bien, debería disparar su artillería pesada en contra del contrabando, que afecta a todos los proyectos nacionales. Para no mencionar el narcotráfico, desde luego, que ha llegado a superar con creces las cotas más altas de anteriores gestiones. ¿A dónde vamos?
El presidente de Cainco manifestó que es indispensable la existencia de más mercado que Estado. Y dijo también algo que los actuales gobernantes deben de tomar en cuenta cuando hablan a las multitudes donde se sienten cómodos: el empleo es la mejor forma de distribuir los ingresos. Hablar de una mejor distribución de la riqueza y no crear empleos tratando de exprimir a quienes generan fuentes de trabajo es algo inconcebible.
Mucho se podrá escribir y hablar sobre lo dicho por Fernando Hurtado, y seguramente que así será, pero, con excepción de los dos ministros de Arce que demostraron su molestia, fieles al estatismo, lo que escuchamos fue como un bálsamo que nos dice que todavía hay una Bolivia posible.
Al parecer no cabe duda de que en Bolivia existen dos países. No se trata, en modo alguno, de una Bolivia partida geográficamente en dos partes. No es que se le haya puesto “la raya”, como se dice habitualmente. Nada de eso. Lo que existe es una Bolivia con mentalidad estatista que viene de antaño y que está politizada de manera enfermiza, y otra nación con mentalidad de libre empresa, que impera principalmente en el oriente boliviano, pero también en vastos sectores del occidente que se sienten tan amordazados y encadenados como nosotros.
Un poquito de esperanza nos queda todavía, cuando en vez de consignas se lanzan propuestas claras, que nos hacen ver cuál es el camino a seguir. Quiera Dios que no sea demasiado tarde, que todavía exista Bolivia, cuando emprendamos la ruta correcta.
https://eldeber.com.bo/opinion/un-poquito-de-esperanza_273640