Editorial, El Dia:
In a few days, the Bolivian economy will suffer another blow when the government approves a generalized increase for the universe of wage earners, which are actually very few in this country of informal workers. Indeed, Bolivia’s extensive informality, one of the largest in the world, is the result of harmful policies and destructive decisions made every day by the interventionist state.
We don’t say this just because the wage increase comes at a bad time when business economics are deteriorating (state owners never fare badly), but because individuals who have never worked, who have never produced, and who do not know how a productive unit works are the ones deciding on wages, which, besides hitting businesses, affect workers even more severely. Let’s see why.
The policy of minimum wage and decree-based increases, widely defended as a shield against labor exploitation and inequality, is far from being a viable solution to improve workers’ living conditions.
Unless forced by the state, an employer will never pay a worker more than what they contribute in value. If they do, they undermine their company and therefore, all wage earners depending on it, as well as consumers, who will pay a higher price as soon as a competitor disappears.
Conversely, it is not in an employer’s interest to pay less because, in the blink of an eye, competition will “steal” their human capital, resulting in loss of competitiveness with identical consequences as in the previous case.
This simple yet powerful reasoning reveals the serious mistake of imposing a minimum wage above market value. Doing so inevitably leads to increased unemployment as companies are forced to lay off workers whose cost exceeds their contribution. Far from being a hypothetical scenario, this consequence has a human face: young people seeking their first work experience and less qualified workers, who are pushed into precariousness or the informal economy.
The adverse effects of the minimum wage—unemployment, inflation, undue pressure on small businesses, and the perpetuation of inequality—are symptomatic of a myopic and mechanistic view of the economy that ignores the complexity of human behavior and market dynamics.
The reality is that good intentions are not enough to formulate public policies; a profound understanding of the real and potential economic consequences of such policies is needed.
Unfortunately, left-wing populism is the one that best exploits this deception towards workers, who suffer the most when the reality of wages is distorted. The young person who cannot get a job because the minimum wage must be paid to hire them suffers; efficient workers are annoyed because they receive the same treatment as the lazy ones, and all workers fare badly because companies go bankrupt, move to another country, or become informal. The only beneficiaries are the politicians and labor unionists who support the measure shielded by their immovability.
Editorial, El Dia:
Dentro de unos días la economía boliviana sufrirá un nuevo mazazo, cuando el gobierno apruebe el aumento generalizado para el universo de asalariados, que en realidad son muy pocos en este país de informales. Justamente, la abultada informalidad de Bolivia, una de las más grandes del mundo, es el resultado de políticas nocivas y decisiones destructivas que toma todos los días el estado intervencionista.
No lo decimos sólo porque el aumento salarial llega en un mal momento, cuando la economía de las empresas está deteriorada (a los dueños del estado nunca les va mal) sino porque sujetos que nunca han trabajado, que jamás han producido y no conocen cómo funciona una unidad productiva, son los que deciden sobre el salario, que además de golpear a las empresas, afectan con mayor rigor a los trabajadores. Veremos por qué.
La política del salario mínimo y de los aumentos por decreto, ampliamente defendida como un escudo contra la explotación laboral y la desigualdad, está lejos de ser una solución viable para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
A menos que lo obligue el estado, un empleador jamás pagará a un trabajador más de lo que éste contribuye en valor. Si lo hace, atenta contra su empresa y por ende, contra todos los asalariados que dependen de ella y también contra los consumidores, que pagarán un precio superior ni bien desaparezca un competidor.
Al revés, a un empresario no le conviene pagar menos, porque ni bien pestañee, la competencia le “robará” su capital humano, cuyo resultado será la pérdida de competitividad con idénticas consecuencias del caso anterior.
Este razonamiento simple pero poderoso revela el grave error de imponer un salario mínimo por encima del valor del mercado. Hacerlo conduce inevitablemente a un aumento del desempleo, ya que las empresas se ven forzadas a despedir trabajadores cuyo costo supera su aporte. Lejos de ser un escenario hipotético, esta consecuencia tiene rostro humano: jóvenes en busca de su primera experiencia laboral y trabajadores menos cualificados, quienes son empujados hacia la precariedad o la economía informal.
Los efectos adversos del salario mínimo—desempleo, inflación, presión indebida sobre las pequeñas empresas y la perpetuación de la desigualdad— son sintomáticos de una visión miope y mecanicista de la economía que ignora la complejidad del comportamiento humano y las dinámicas del mercado.
La realidad es que las buenas intenciones no son suficientes para formular políticas públicas; se necesita un entendimiento profundo de las consecuencias económicas reales y potenciales de tales políticas.
Lamentablemente el populismo de izquierda es el que mejor explota este engaño hacia los trabajadores, que son los que más sufren cuando se distorsiona la realidad salarial. Se perjudica el joven que no puede conseguir un puesto porque para contratarlo hay que pagarle un mínimo; se fastidia el trabajar eficiente porque recibe el mismo trato que el perezoso y salen mal todos los trabajadores, porque las empresas se van a la quiebra, se van a otro país o se vuelven informales. Los únicos beneficiados son los politiqueros y los sindicalistas que apoyan la medida escudados en su inamovilidad.
https://eldia.com.bo/2024-04-03/editorial/mazazo-a-la-economia.html

