Editorial, El Dia:
The Machinery of Hatred
During Evo Morales’ 14-year reign, Chapare became the darling of his regime. The coca grower dreamed of turning the Cochabamba tropics into a rival of Santa Cruz as the engine of Bolivia’s economy. He built airports, factories, massive industrial plants, roads, basic services everywhere, sports arenas, and all the infrastructure needed to create a new development hub. None of it worked. The state is a poor planner and an even worse administrator. The pampered region remains a nest of drug traffickers, whose activities contribute very little to the integral development of its strongholds. If it were otherwise, Sinaloa would be New York, and Ciudad Juárez, Paris.
With an even greater hatred for Santa Cruz, Luis Arce has his own favorite. The former economy minister, co-author of Bolivia’s greatest disaster, is pouring vast amounts of public resources into the department of La Paz, including a giant grain processing plant and a poultry complex that will cost the country nearly $90 million—a senseless waste as Bolivia faces an unprecedented humanitarian crisis.
As with Chapare, Arce believes he is doing La Paz a favor with such projects, which will be forgotten in a few years or left as white elephants, like the San Buenaventura sugar mill. Tarija and the Chaco are also examples of how the state’s hand harms rather than helps, hindering instead of promoting development. It stifles creativity and fosters passivity. There’s no way to innovate or encourage production in a space dominated by corruption and mediocrity.
In contrast, all the hatred Arce harbors isn’t enough to recognize that Santa Cruz doesn’t suffer from his daily centralist attacks. Quite the opposite. If all the measures devised throughout history by the La Paz centralism to destroy Santa Cruz had worked, the department would be worse off than Potosí or Chuquisaca, the poorest districts in the country. But the opposite has happened, and it will continue as long as hostility persists.
Does “Arcecito” think his attacks, prohibitions, and arsenal of measures against Santa Cruz will scare the people of the region? Will they stop planting, producing, innovating, and finding ways to keep this unstoppable locomotive running? A locomotive that, besides fueling its own development, keeps the rest of Bolivia alive? If the people of La Paz were “smart,” they wouldn’t allow so much “pampering” from Arce. They’d be better off if he hated them and took his millions elsewhere.
Editorial, El Dia:
La maquinaria del odio
Durante los 14 años del reinado de Evo Morales, el Chapare se convirtió en el mimado del régimen, pues el cocalero soñaba con que el trópico cochabambino le haga competencia a Santa Cruz como motor de la economía nacional. Le construyó aeropuertos, fábricas, enormes plantas industriales, carreteras, instalaron servicios básicos en todos lados, coliseos y toda la infraestructura necesaria para crear un nuevo polo de desarrollo. Nada de eso sirvió, pues el estado es un pésimo planificador y mucho peor cuando se trata de administrar. La región adulada sigue siendo un nido de narcos, cuya actividad aporta muy poco al desarrollo integral de sus bastiones. Si sucediera lo contrario, Sinaloa sería Nueva York y Ciudad Juárez, París.
Con un odio todavía mayor a Santa Cruz, Luis Arce también tiene su adulado. El exministro de economía, coautor del mayor desastre que se haya visto en Bolivia, está volcando una enorme cantidad de recursos públicos en el departamento de La Paz, entre ellos una gigantesca planta de procesamiento de cereales y un complejo avícola que le costará al país casi 90 millones de dólares, un despilfarro irracional que llega cuando estamos amenazados por una crisis humanitaria sin precedentes.
Tal como sucedía con el Chapare, Arce cree que les hace un favor a los paceños con semejantes emprendimientos, que en pocos años quedarán en el olvido o como simples elefantes blancos, como pasó con el ingenio azucarero San Buenaventura. Tarija y el Chaco también son ejemplos de que la mano del Estado perjudica en lugar de beneficiar, atrasa en vez de promover el desarrollo, pues inhibe la creatividad de la gente y fomenta la pasividad. No hay manera de innovar ni de promover la producción en un espacio dominado por la corrupción y la mediocridad.
En contrapartida, todo el odio que Arce lleva en sus venas no le alcanza para darse cuenta de que Santa Cruz no se perjudica con todas las medidas que cada día le salen de la galera, sino todo lo contrario. Si dieran resultado todas las medidas que ha ideado el centralismo paceño durante toda la historia para destruir a los cruceños, el departamento estaría peor que Potosí o Chuquisaca, por citar los distritos más pobres del país. Pero ha sucedido todo lo contrario y así va a seguir sucediendo en tanto se mantiene la hostilidad.
¿O es que piensa Arcecito que sus ataques, sus prohibiciones y todo el arsenal que seguramente tiene preparado contra Santa Cruz van a asustar a los cruceños y a todos los que habitan la región? ¿Dejarán de sembrar, de producir, innovar y buscar la forma de mantener la marcha de esta locomotora imparable, que además de alimentar su propio desarrollo, hace posible que el resto de Bolivia se mantenga vivo? Precisamente, si los paceños fueran “vivos”, no deberían permitir tanto “adulo” de Arce. Les conviene más que los odie y que se lleve sus millones a otra parte.
https://eldia.com.bo/2024-12-09/editorial/la-maquinaria-del-odio.html
