Editorial, Los Tiempos:
El ejercicio hostil del poder
Las recurrentes advertencias, acusaciones y otras actitudes de variada hostilidad frecuentes y generalizadas en las manifestaciones públicas de las autoridades oficialistas, electas y designadas, suscitan cuestiones acerca de su motivación, de sus efectos en la dinámica política y social del país.
En efecto, la actitud de desafiante severidad que estrenó el presidente del Estado en su discurso de posesión, en contraste con las palabras conciliadoras y de apertura de su vicepresidente, parecía haberse modificado en los primeros meses de mandato.
Pero luego, a principios de este año, la dureza del discurso oficialista hacia la oposición volvió a cobrar una vigencia coincidente con la campaña electoral para las subnacionales, circunstancia que explicaba la necesidad de esa actitud, especialmente como recurso para moderar o liquidar las corrientes críticas del partido de gobierno que se fortalecieron en su inconformidad con designaciones de candidatos “a dedo”.
Los resultados de las elecciones subnacionales confirmaron los desaciertos de las cuestionadas candidaturas, y los conflictos internos del MAS se trasladaron al Ejecutivo, aunque su evidencia pública estuvo y está filtrada por la natural reserva partidaria.
Luego, el inicio del mandato de las nuevas autoridades departamentales y municipales marcó un nuevo y renovado impulso en lo que, progresivamente, parece haberse convertido en una especie de estrategia de ejercicio del poder por parte de los masistas.
Desde el Presidente hasta los parlamentarios oficialistas, pasando por ministros y sus subalternos, sus discurso y actitudes hostiles han ido cobrando mayor fuerza, primero como sustento de la estrategia para imponer la narrativa del “golpe de Estado” y luego, alimentados por el impacto de la persecución política-judicial, aplicados a prácticamente todas las circunstancias en las que la gestión del Estado genera controversias.
Traducida primero en advertencias, o en amenazas manifiestas de persecución judicial, la actitud del oficialismo hacia el descontento ciudadano con las acciones gubernamentales ha llegado ahora al anuncio de “mano firme” para frenar “excesos” en movilizaciones calificadas de “abierta confrontación” por el Ministro de Defensa, al referirse a la convocatoria de los cívicos cruceños para protestar contra el cierre del caso del fraude electoral.
Pero no son solo los cuestionamientos sobre ese tema que suscitan, y aumentan el grado y alcance, de la actitud oficialista que sí evidencia ser de “abierta confrontación”. Ocurre los mismo con los reclamos la segunda dosis de Sputnik V o los líos por la tierra en la Chiquitanía. La tensión, asumida como estrategia de gobierno, no facilita la gestión del Estado y peor en circunstancias sociales, sanitarias y económicas como las actuales.
The hostile exercise of power
The recurring warnings, accusations and other attitudes of varied hostility, frequent and generalized in the public demonstrations of the official, elected and appointed authorities, raise questions about their motivation and their effects on the political and social dynamics of the country.
Indeed, the attitude of defiant severity that the President of the State showed in his inauguration speech, in contrast to the conciliatory and opening words of his vice-president, seemed to have changed in the first months of his term in office.
But then, at the beginning of this year, the harshness of the official discourse towards the opposition once again took on a validity coinciding with the electoral campaign for the subnationals, a circumstance that explained the need for this attitude, especially as a resource to moderate or liquidate critical currents of the ruling party that were strengthened in their disagreement with nominations of “finger-pointed” candidates.
The results of the subnational elections confirmed the mistakes of the questioned candidacies, and the internal conflicts of the MAS were transferred to the Executive, although their public evidence was and is filtered by the party’s natural privacy.
Then, the beginning of the mandate of the new departmental and municipal authorities marked a new and renewed impulse in what, progressively, seems to have become a kind of strategy for the exercise of power by the masistas.
From the President to the ruling parliamentarians, through ministers and their subordinates, their hostile discourse and attitudes have been gaining strength, first as a support for the strategy to impose the narrative of the “coup d’état” and then, fueled by the impact of the political-judicial persecution, applied to practically all the circumstances in which the management of the State generates controversies.
Translated first in warnings, or in manifest threats of judicial persecution, the attitude of the ruling party towards citizen discontent with government actions has now reached the announcement of a “firm hand” to stop “excesses” in mobilizations classified as “open confrontation” by the government’s Minister of Defense, when referring to the convocation of the Santa Cruz citizens to protest against the closure of the electoral fraud case.
But it is not only the questions on this issue that raise, and increase the degree and scope, of the official attitude that does show to be one of “open confrontation.” The same occurs with the claims of the second dose of Sputnik V or the trouble for the land in Chiquitanía. The tension, assumed as a government strategy, does not facilitate the management of the State and worse in social, health and economic circumstances like the current ones.
https://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20210804/editorial/ejercicio-hostil-del-poder
Bolivian Thoughts 