By Francesco Zaratti:
Given the magnitude of the disaster left behind by the “gasiferous oceanographers,” it is an obligation to support the management of the new authorities in the energy sector. These are colleagues recognized for their honesty and professionalism, and admired for having placed service to the country above their first.
They have been criticized for the delay in making unavoidable decisions, such as eliminating the perverse fuel subsidy, but that measure is extremely complex—and even secondary—in the context of the multidimensional crisis Bolivia is experiencing.
There is unanimity that the first crisis to be resolved is the macroeconomic one: stabilizing the currency through a significant injection of foreign exchange to continue purchasing fuel, pay debts, reactivate the economy, export, generate foreign currency inflows, and keep the State functioning.
The next step is to eliminate—or at least gradually reduce—the subsidy that costs more than five million dollars per day, and to create the conditions to attract risk investment in the hydrocarbon sector, in the hope of discovering new fields within a timeframe of no less than five years, as the most optimistic geologists predict. To achieve this, it is necessary to seduce companies in the sector, regain their trust in the country, and modify laws; in other words, more time and political and social consensus are required.
In the meantime, is there anything that can be done to improve the situation in the energy sector?
In several interviews, Minister Mauricio Medinaceli has referred to “diversification,” which, in short, means modifying the current energy matrix to increase the share of non-conventional renewable sources in electricity generation, while maintaining the leading role of hydrocarbons, since, in addition to providing energy, they contribute significant royalties and taxes as long as we continue producing them.
As was observed at the recent COP 30 climate summit in Brazil, there is a vigorous lobby by the major oil companies to undermine the need for an energy transition and reposition fossil fuels at the expense of non-conventional renewables, which are deliberately labeled as “intermittent and expensive.” It is “public and notorious” —as Spain’s Vicepresident “Yoli” uses to say—that renewables complement each other with other non-fossil sources to ensure continuity of supply and are cheaper and cleaner than imported fossil energy.
In fact, the energy transition is much more than a mere change in the energy menu: it is an entire program of economic transformation, of removing regulatory barriers to enable and allowing us to consume what we have with certainty and in abundance (sun, water, wind, biomass), thereby reducing dependence on gas and the few fuels we produce, without certainty of increasing production in the future.
Likewise, the energy transition implies “democratizing” energy: solar panels are within everyone’s reach—private companies, institutions, and even rural communities. Of course, they do not generate royalties, but they do generate taxes through the production of goods and services. However, they help dismantle the rentier and paternalistic State, to the extent that people depend on themselves and not on government bonuses and handouts. In fact, it is an alternative to 200 years of extractivism that have kept us in poverty.
Finally, it is no secret that for Bolivia it is easier (and makes far more sense) to obtain financing—and even international donations—for energy transition programs (including promoting the use of electric and natural gas vehicles) than to borrow money to import gasoline, diesel, LPG, and, soon, natural gas itself.
https://fzaratti.blog/en/2025/12/03/energy-transition-or-energy-diversification/
Por Francesco Zaratti:
Ante la magnitud del descalabro que nos han dejado los “oceanógrafos gasíferos”, es hora de respaldar vigorosamente la gestión de las máximas autoridades del sector energético. Se trata de profesionales reconocidos por su honestidad y competencia y valientes por haber antepuesto el servicio al país a sus intereses personales.
Se les ha criticado por el retraso en tomar decisiones impostergables, como la eliminación del perverso subsidio a los carburantes, pero esa medida, aunque necesaria, es demasiado compleja, incluso secundaria, frente a la crisis multidimensional que sufre Bolivia.
Existe unanimidad en que la prioridad inmediata es la crisis macroeconómica: estabilizar el cambio de la moneda, mediante una inyección importante de divisas para seguir comprando los combustibles, honrar deudas, reactivar la economía, impulsar exportaciones, generar divisas y mantener funcionando el aparato estatal
El siguiente paso es eliminar, gradualmente o no, la subvención, y así crear las condiciones para atraer inversiones de riesgo en el sector de los hidrocarburos. Los geólogos más optimistas estiman que todo nuevo yacimiento tardaría cinco o más años en entrar en producción. Para lograrlo, es necesario, restaurar la confianza de las empresas del rubro en el país y reformar leyes y normas, lo que demanda más tiempo, consensos políticos y apoyo social.
Mientras tanto, ¿qué podemos hacer ya para mejorar la situación energética?
En varias entrevistas el ministro Medinaceli se ha referido a la “diversificación” de la matriz energética, concepto que, en síntesis, implica incrementar la participación de fuentes renovables no convencionales en la generación eléctrica, pero como complemento al uso del gas, que seguirá siendo esencial para proporcionar energía y contribuir con regalías e impuestos relevantes. Desde luego, mientras lo tengamos y lo produzcamos.
Se vio con claridad en la reciente cumbre climática COP 30 en el Brasil: las grandes compañías petroleras despliegan un lobby agresivo para desacreditar la transición energética y volver a posicionar las fuentes fósiles como la única opción viable, tildando a las fuentes renovables no convencionales (solar y eólica, principalmente) de “intermitentes y caras”. Es “público y notorio” – diría la Yoli – que las renovables se complementan con otras fuentes no fósiles para dar continuidad de suministro y son más económicas y limpias que los combustibles fósiles importados.
De hecho, la transición energética es para Bolivia mucho más que un mero cambio de menú energético. Implica transformar estructuralmente la economía, eliminar trabas que impiden aprovechar lo que poseemos con certeza y en abundancia (sol, agua, viento, biomasa), reducir la dependencia del gas y de los escasos combustibles que aún producimos y avanzar sin la incertidumbre sobre el futuro de nuestra producción de gas.
Además, la transición energética “democratiza” la energía: los paneles solares y las microturbinas hídricas están al alcance de empresas, instituciones y hasta de comunidades campesinas. Es cierto que no aportan regalías, pero sí generan impuestos por la producción de bienes y servicios. Sobre todo, contribuyen a desmontar el modelo rentista y paternalista, en la medida en que la gente depende de sí misma y no de bonos y dádivas del gobierno. Se trata de una alternativa a los 200 años de extractivismo que nos han mantenido en la pobreza.
Por último, a Bolivia le resulta mucho más fácil (y sensato) obtener financiamiento internacional para programas de transición energética (que incluyan la electromovilidad y el uso del GNV) que seguir endeudándose para importar gasolina, diésel, GLP y, en un futuro no muy lejano, gas natural.
https://fzaratti.blog/2025/12/05/transicion-o-diversificacion-energetica/
