By Carlos Toranzo, Brujula Digital:
The MAS’s discourse, prior to the 2005 elections, had nothing indigenist about it — nor did its organic intellectuals. The left-wing NGOs, which were practically all of them, pushed a revolutionary nationalist program, anti-U.S. imperialism, anti-private enterprise, defending nationalizations of natural resources, promoting a state-run economy, betting on corporatist-style social organizations and anti-political-party sentiment. Only at the last minute was the indigenous theme incorporated — something they did not believe in — but it gave them a powerful discourse of legitimation, formulating a revolutionary nationalism with indigenist overtones.
From there emerged discourses about the ethnicization of politics, the push for a plurinational State, the development of Aymara monoculturalism instead of interculturality, the privileging of community over the market, the anti-capitalist creed, the fight against patriarchy, and anti-colonialism.
But what is remarkable is that, in this election — both in the first round and in the runoff — identity issues or indigenous matters were not debated; that was not the center of discussion. What mattered more — not in strict order — were corruption, the economic crisis (including the shortage of dollars, diesel, and gasoline), and soaring food prices.
Specifically because of corruption, former police officer Edmand Lara had an importance that others did not. Corruption is the X-ray of how people feel the MAS governed — that state-level and institutional corruption, not so much the everyday street-level kind.
To not discuss ethnicity implied acknowledging that the MAS’s indigenist imposture dissolved within a nation that understands itself as mestizo — a mestizo country that MAS tried to forget, subordinate, and conceal.
The forced discourse of the Plurinational State collapsed — the one founded on the existence of 36 nations — but which was born half-dead, since the plurinational hardly had any sociological existence, given that nearly thirty of those nations had a minimal population. However, plurinationalism — together with ethnicity and the ethnicization of politics — helped reinforce particular identities and generate social and racial violence around them, instead of building and rescuing what was held in common, what unites the population.
At the same time, the community-based social model also faded, because most people do not believe in the community or in communitarianism; they trust the market, do not believe in vivir bien — the MAS’s anthropological propaganda for 20 years — but instead cling to vivir mejor, to accumulation and to private property.
Most social sectors — if not all — love market logic, not reciprocity. Bolivia is a case of popular neoliberalism: social actors, gremiales, coca growers, peasants, cooperativists, transport workers, smugglers, hardware shop and workshop owners, drivers — they are neoliberals, they adore the market and private property. Their north is accumulation.
The elections took place in a country with an overwhelmingly urban — and above all mestizo — majority, not indigenous. We reaffirm that the plurinational State, at birth, did not exist as a sociological reality. That State was a fiction; today, the appeal to it is exhausted — it has sunk as both concept and reality. That does not mean indigenous inclusion was wrong — but it was an inclusion of minorities in a country of mestizo majorities. Thus, the indigenist vision of Bolivia — so praised by European development agencies — sank. The automatic equality between men and women defined by chacha–warmi was disproven.
The MAS’s homophobic vision was exposed — the one that allowed Morales’s female ministers to celebrate machismo and the crimes linked to their leader’s pedophilia. Likewise, the “moral reserve of society,” meaning MAS-aligned social movements, was undermined, as several of them ended up connected to smuggling and drug trafficking. Its painful metaphor is Llallagua.
The imposture of the plurinational State and the supposed existence of a majority-indigenous country collapsed; the paradigm of a community-based social model disintegrated. In place of the indigenous, the urban-popular resurfaces. Instead of indigenous dominance, what prevails is the overwhelming existence of an urban country of mestizo character — accompanied by some indigenous peoples.
Carlos Toranzo is an economist.
Por Carlos Toranzo Roca, Brujula Digital:
El discurso del MAS, previo a las elecciones de 2005, no tenía nada de indigenista su intelectual orgánico. Las ONG de izquierda, que eran casi todas, lo que impulsaron fue un programa nacionalista revolucionario, antiimperialista americano, anti empresa privada, defensa de las nacionalizaciones de los recursos naturales, impulso del Estado empresario, apuesta a las organizaciones sociales de tipo corporativo y antipartidos políticos. Solo a última hora se incorporó el tema indígena, en el cual no creían, pero les dio un fuerte discurso de legitimación, formulando un nacionalismo revolucionario con matices indigenistas.
De ahí nacieron los discursos de la etnización de la política, impulso de un Estado plurinacional, el desarrollo del monoculturalismo aymara en lugar de la interculturalidad, el privilegio de la comunidad sobre el mercado, el credo anticapitalista, la lucha contra el patriarcalismo, el anticolonialismo.
Pero, lo remarcable es que, en esta elección, en la primera vuelta y en el balotaje, no se debatieron los temas identitarios ni las cuestiones indígenas, ese no fue el centro de la discusión; sino más importantes, no en orden de prelación: la corrupción, la crisis económica (ésta con la carencia de dólares, de diésel y de gasolina), y la alta inflación de los precios de los alimentos.
Justamente por el tema de la corrupción, el expolicía Edmand Lara tuvo la importancia que otros no tuvieron. La corrupción es la radiografía de cómo la gente siente que gobernó el MAS, esa corrupción estatal y de las instituciones, no tanto la corrupción cotidiana, de la calle.
No discutir lo étnico implicaba decir que la impostura indigenista del MAS se diluyó en una nación que se entiende a sí misma como mestiza, un país mestizo que el MAS quiso olvidar, subalternizar y ocultar.
Se vino abajo el discurso forzado del Estado Plurinacional, ese que se fundaba en la existencia de 36 naciones, pero que nació semi muerto, pues lo plurinacional prácticamente no tenía existencia sociológica, dado que casi una treintena de naciones tenían una población mínima. Empero, lo plurinacional, junto a lo étnico y la etnización de la política, impulsó a reforzar las identidades particulares y crear violencias sociales y raciales en torno a ellas, en lugar de la construcción y del rescate de lo común, de eso a que une a la población.
Paralelamente, se diluyó también el modelo social comunitario, pues la mayoría de la gente no cree en la comunidad ni en lo comunitario; tiene fe en el mercado, no cree en el vivir bien –propaganda antropológica del MAS durante 20 años–, sino se apega al vivir mejor, a la acumulación y a la propiedad privada.
Los más de los sectores sociales, sino la totalidad de ellos, aman la lógica de mercado y no la lógica de la reciprocidad. Bolivia es un caso de neoliberalismo popular, los actores sociales, gremiales, cocaleros, campesinos, cooperativistas, transportistas, contrabandistas, dueños de ferreterías y talleres, choferes, son neoliberales, adoran el mercado y la propiedad privada. Su norte es la acumulación.
Las elecciones se produjeron en un país de amplia mayoría urbana y, ante todo, mestiza, no indígena. Reafirmamos que el Estado plurinacional al nacer no existió como realidad sociológica. Ese Estado fue una ficción, hoy se ha agotado la interpelación sobre él, se ha hundido como concepto y realidad. Ello no quiere decir que no haya sido correcta la inclusión indígena, pero de unas minorías, en un país de mayorías mestizas. Así pues, se hundió la mirada indigenista de Bolivia que tanto aplaudieron las cooperaciones europeas. Quedó desmentida la igualdad automática entre hombres y mujeres definida por el chacha–warmi.
Quedó clarificada la visión homofóbica del MAS, esa que permitía que las ministras de Morales festejen el machismo y los delitos ligados a la pedofilia de su líder. Asimismo, quedó socavada la “reserva moral de la sociedad”, hablamos de los movimientos sociales masistas, pues varios de ellos acabaron ligados al contrabando y al narcotráfico. Su metáfora dolorosa es Llallagua.
Se hundió la impostura del Estado plurinacional y de la existencia de un país de mayorías indígenas, se derrumbó el paradigma de un modelo social comunitario. En lugar de lo indígena resurge lo urbano popular. En vez del dominio indígena prevalece la existencia mayoritaria de un país urbano de sello mestizo que tiene la compañía de algunos pueblos originarios.
Carlos Toranzo es economista.
https://brujuladigital.net/opinion/se-derrumbo-la-impostura-indigenista
