By Windsor Hernani, Visión 360:
The establishment of diplomatic missions between two states is not an act of ideological loyalty, personal sympathy between heads of state, nor a matter of political improvisation.
Bolivia has been facing a recurring fiscal deficit for over eleven years, an external debt surpassing $13 billion, and a steady loss of international reserves. In this context, it is urgent to reduce public spending, including expenditures on the foreign service. The embassy network must be redesigned realistically, technically, and intelligently — not ideologically.
The establishment of embassies must respond to strategic and practical criteria aligned with the national interest. Beyond representation and protocol, embassies should generate tangible political, social, or economic benefits. Legitimate reasons for maintaining them include: reasonable trade flows or potential market access, viable sources of foreign direct investment, and opportunities for economic, technical, military, or other forms of cooperation.
A cost-benefit analysis is also relevant, though not decisive. If costs far exceed benefits — not only monetary — the alternative is to establish non-resident coverage from another mission, or ultimately, to close the embassy.
Currently, Bolivia maintains three permanent representations (OAS, UN, and UNESCO) and 34 embassies: 11 in the Americas, 4 in Central America and the Caribbean, 11 in Western Europe (including the Vatican), 2 in Eastern Europe (Russia and Turkey), 3 in East Asia (China, Japan, and South Korea), 1 in South Asia (India), 1 in the Middle East (Iran), and 1 in Africa (Egypt).
Regarding permanent missions, it is impossible to do without the OAS and the UN, even though Bolivia’s voice is muted at present due to unpaid contributions. Both are key forums for dialogue — one regional, the other multilateral — on critical issues such as peace, security, sustainable development, climate change, democracy, and human rights, as well as a channel for accessing cooperation programs.
The case of UNESCO is different. While representation is necessary, austerity suggests that its office could be temporarily absorbed by Bolivia’s Embassy in France, optimizing costs without losing presence, since both are located in Paris.
On the bilateral front, Venezuela has undergone deep institutional, political, and economic deterioration. The erosion of democracy led several South American countries — Argentina, Chile, Ecuador, Peru, Paraguay, and Uruguay — to sever diplomatic ties. It has been suspended from both the OAS and Mercosur. For Bolivia, the relationship with Caracas is economically marginal: exports account for just 0.06% of the total, imports 0.004%, and there is no common agenda, except perhaps on migration.
Despite these negative aspects, considering that relations are between states and not governments, and that Bolivia and Venezuela have maintained diplomatic ties for more than 140 years, closing the embassy outright is not advisable. A reasonable approach would be to administer the relationship through concurrent accreditation from the Embassy in Colombia.
Cuba and Nicaragua present a similar outlook. Trade is virtually nonexistent, Cuban medical cooperation has proven costly, and there are no foreseeable areas of shared interest. For reasons of diplomatic efficiency, both missions should be managed from Costa Rica.
Even the Embassy in Panama should be evaluated, as it shows little activity and could be absorbed by Costa Rica or Colombia.
Iran is a special case. Bolivia established full diplomatic relations in 2007 — a decision clearly driven by ideology. Although agreements were signed in hydrocarbons, mining, agriculture, and infrastructure, none materialized.
Bilateral trade is nonexistent, and the only active ties relate to security and defense agreements that have been strongly criticized domestically and by neighboring countries. In South America, only Bolivia and Venezuela maintain embassies in Tehran. Other countries keep minimal contact, while Argentina and Colombia severed relations over terrorism and insurgency concerns. Under these parameters, Bolivia’s embassy in Iran is a prime candidate for closure.
Public information is scarce, mainly limited to audit reports, which prevents a more thorough evaluation. Other missions, such as those in Austria and South Korea, should also be assessed, as little is known about their diplomatic output.
Maintaining embassies with no practical value is not an act of sovereignty but of fiscal irresponsibility. In times of crisis, diplomacy must be a strategic tool, not an inertial expense. The network must be trimmed without isolating the country. Redesigning Bolivia’s embassies based on real utility, economic impact, and international projection is an urgent necessity.
Por Windsor Hernani Limarino, Visión 360:
El establecimiento de sedes diplomáticas entre dos Estados no es un acto de lealtad ideológica, simpatía personal entre jefes de Estado y menos un acto de improvisación política.
Bolivia enfrenta un déficit fiscal recurrente desde hace más de once años, una deuda externa que supera los 13.000 millones de dólares y una pérdida sostenida de reservas internacionales. Ante esta situación, resulta urgente recortar el gasto público, incluyendo al servicio exterior. Es obligatorio rediseñar de manera realista, técnica e inteligente, no ideológica, la red de embajadas.
El establecimiento de sedes diplomáticas entre dos Estados no es un acto de lealtad ideológica, simpatía personal entre jefes de Estado y menos un acto de improvisación política. Debe responder a criterios estratégicos y prácticos alineados con el interés nacional.
Más allá de los asuntos de representación y meramente protocolares, una embajada debe generar beneficios concretos sean políticos, sociales o económicos. Algunas razones valederas son: un flujo comercial razonable u oportunidades potenciales de acceso a mercados, una fuente viable de inversión extranjera directa, posibilidades de cooperación económica, técnica, militar o de otra índole.
Un análisis costo-beneficio es también relevante, aunque no determinante; ya que si los costos superan ampliamente los beneficios -no necesariamente medidos en términos monetarios-, la alternativa es establecer concurrencia desde otra sede o, en última instancia, cerrar la misión.
Actualmente, Bolivia cuenta con tres representaciones permanentes (OEA, ONU y UNESCO) y 34 embajadas: 11 en América, 4 en Centroamérica y el Caribe, 11 en Europa Occidental (incluido el Vaticano), 2 en Europa Oriental (Rusia y Turquía), 3 en Asia Oriental (China, Japón y Corea del Sur), 1 en Asia Meridional (India), 1 en Asia Occidental (Irán) y 1 en África (Egipto).
En lo que respecta a las representaciones permanentes, es imposible prescindir de la OEA y ONU, a pesar que por ahora la palabra parecería estar embargada debido a la falta de pago de cuotas. Ambos son importantes foros de diálogo, uno regional y otro multilateral, en áreas claves como paz, seguridad, desarrollo sostenible, cambio climático, democracia, derechos humanos, entre otros; y un canal para acceder a programas de cooperación.
El caso de la UNESCO es distinto. Aunque su presencia es necesaria, por austeridad, la sede podría ser absorbida temporalmente por la Embajada de Bolivia en Francia, optimizando gastos sin perder representación, dado que ambas se encuentran asentadas en París.
En el ámbito bilateral, Venezuela ha sufrido un profundo deterioro institucional, político y económico. El menoscabo de la democracia llevó a varios países de Sudamérica —Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay y Uruguay— a romper relaciones diplomáticas. En la OEA y Mercosur ha sido suspendida. Para Bolivia, el vínculo con Caracas es económicamente marginal; las exportaciones representan apenas el 0,06% del total y las importaciones el 0,004%; y no existe una agenda de interés común, a no ser para Bolivia el tema migratorio.
A pesar de todos esos aspectos negativos, tomando en consideración que las relaciones son entre Estados y no entre gobiernos, y que Bolivia y Venezuela mantienen relaciones diplomáticas hace más de 140 años, no es aconsejable prescindir de la embajada, lo razonable es administrar la representación en Venezuela mediante concurrencia desde la Embajada en Colombia.
Cuba y Nicaragua presentan un panorama similar. El comercio es prácticamente inexistente. La cooperación cubana en salud ha resultado onerosa y no se avizoran áreas de interés común o cooperación útil para los intereses nacionales. En consecuencia, por eficiencia diplomática, ambas sedes deberían ser gestionadas desde la Embajada en Costa Rica.
Incluso la representación en Panamá, debiera ser evaluada por que no reporta actividad y consecuentemente podría ser absorbida por Costa Rica o Colombia.
El caso de Irán es particular. Bolivia estableció relaciones diplomáticas plenas en 2007. Ni duda cabe, fue una decisión guiada por razónes ideológicas. Si bien en la oportunidad, se firmaron acuerdos en diversas áreas como: hidrocarburos, minería, agricultura, infraestructura, entre otros, nada-se concreto.
El comercio bilateral es nulo y los únicos vínculos conocidos son acuerdos en seguridad y defensa que han recibido duras críticas, no sólo internas sino también de países vecinos. En Sudamérica, solo Bolivia y Venezuela mantienen embajadas activas en Teherán; otros países como Brasil, Chile y Perú limitan sus contactos al mínimo, mientras Argentina y Colombia rompieron relaciones por acusaciones de terrorismo y apoyo a grupos insurgentes. Bajo estos parámetros, la Embajada de Bolivia en Irán es una candidata al cierre.
La escasa información pública disponible, principalmente los informes de auditoría, no permiten una evaluación más exhaustiva. Existen otras representaciones que debieran ser evaluadas como Austria y Corea del Sur, porque en materia de resultados diplomáticos, de ellas, poco o nada se sabe.
Mantener sedes sin valor práctico, no es un acto de soberanía, sino de irresponsabilidad fiscal. En tiempos de crisis, la diplomacia debe ser un instrumento estratégico y no un gasto inercial. Hay que recortar sin aislar. Rediseñar la red de embajadas bajo criterios de utilidad real, impacto económico y proyección internacional es una necesidad impostergable.
