By Renzo Abruzzese, El Deber:
In Freefall
Public perception is unanimous: the country is at its worst. The economic crisis, governmental ineptitude, political unrest, and a deep sense that the paths Bolivia had built throughout its republican history are now obliterated, all combine to cast a shadow over the national spirit. It seems the failed plurinational project of the MAS has destroyed all the goals the nation had set since the mid-20th century, leaving only ruins, filth, and corruption in its wake. Dr. Santiesteban, in an interview with Magy Talavera, brilliantly summarized it: “The MAS has left nothing,” he said.
Indeed, the 19 years of MAS rule have been a series of spectacular failures that, at times, went unnoticed due to the regime’s massive media budgets and its undeniable ability to lie. However, at this point, no one doubts its failure. José Luis Bedregal, a young national politician, recently offered a very illustrative summary: they tried with lithium—he said—and failed, they tried with gas and failed, they tried in formal education and failed, they tried with maritime claims and failed, they tried to protect Pachamama and failed, they tried to “Indianize” mestizo cultures and failed, they tried to impose an indigenous language and failed, they ventured into the space age with a fake satellite and failed, they attempted to create a state to replace the Republic and failed, they tried to turn Evo into an iconic leader and failed. The MAS’s time in power can only be described as a disastrous history of failures that ended, as expected, with the country in freefall towards the depths of an unprecedented crisis in national history.
Some might argue that the hyperinflation and crisis of 1981-83 were the worst moments in the nation’s history, and economically, this is true—nothing was as harsh and devastating. But at that time, the country had functioning institutions, a nation that was aware of its identity, with a sincere and direct government—not a horde of cynical liars in strategic roles as we see today. It was a society that, despite its divergences, felt part of a shared project, a nation that acknowledged its weaknesses and flaws and, despite its poverty, made sincere efforts to overcome them. A nation that understood democracy as the arena for dissent, for constructive confrontation. The MAS and its leaders never understood (even now, as they fall apart) that nations are stronger and have greater futures when plurality is genuine, not just a rhetorical tool, a demagogic resource, or a cover for corruption.
After nearly 20 years of misrule, the weight of failures, corruption, and lies has finally devoured them from within. It’s not that there are true divergences between Evo and Arce (what separates them are personal interests); after all, both are the authors and directly responsible for the nation’s downfall. What has happened is that the weight of their failures has turned the MAS into a gang of corrupt, inept, and racist individuals who have lost their direction, dragging with them to the trash heap of history a failed plurinational state project.
Despite everything, they have now realized that they lost the best opportunity to make positive history; they failed, and it seems they are increasingly aware that this is the worst government Bolivia has ever had. You might argue that the military dictatorships were worse, but the answer is no—the MAS was another dictatorship from beginning to end, only this time in the fashion of the 21st century, just as corrupt and inefficient as those handed to us by the generals of the last century.
Por Renzo Abruzzese, El Deber:
En caída libre
La percepción ciudadana coincide en opinar que el país está en su peor momento. La crisis económica, la ineptitud gubernamental, el desasosiego político y una profunda sensación de que los derroteros que Bolivia había construido a lo largo de toda la historia republicana están aniquilados invade el espíritu ciudadano y lo cubre de sombras. Todo indica que el fallido proyecto plurinacional masista devastó todos los derroteros que la nación se había fijado desde mediados del siglo pasado y en su lugar solo dejó ruinas, mierda y corrupción. El Dr. Santiesteban en una entrevista con Magy Talavera lo expresó de una manera brillante; “el MAS no ha dejado nada”, dijo.
Evidentemente los 19 años de masismo fueron una sucesión de fracasos estrepitosos que por momentos pasaron desapercibidos gracias a los ingentes presupuestos de acción mediática del régimen y su incuestionable capacidad de mentir, empero, a estas alturas ya nadie duda de su fracaso. José Luis Bedregal, un joven político nacional hizo no hace mucho una síntesis muy ilustrativa; emprendieron con el litio -dijo- y fracasaron, emprendieron con el gas y fracasaron, emprendieron en el campo de la educación formal y fracasaron, emprendieron con la reivindicación marítima y fracasaron, emprendieron con la protección a la Pachamama y fracasaron, emprendieron en el intento de indianizar las culturas mestizas y fracasaron, quisieron imponer una lengua originaria y fracasaron, incursionaron en la era espacial con un satélite trucho y fracasaron, intentaron inventarse un Estado en sustitución de la Republica y fracasaron, pretendieron transformar a Evo en un caudillo icónico y fracasaron. El paso del MAS por el poder solo puede calificarse como una desastrosa historia de fracasos que terminaron, como era de esperarse, en un país en caída libre hacia las profundidades de una crisis inédita en la historia nacional.
Podría alguien decirme que el momento de la hiperinflación y la crisis del 81-83 fue la peor de toda la historia nacional, y es cierto en la esfera económica, nada fue tan duro y devastador pero el país era en esos momentos una estructura con instituciones funcionando, una nación que tenía conciencia de su identidad, con un gobierno sincero y directo y no un tropel de cínicos mentirosos en funciones estratégicas como hoy, una sociedad que a pesar de sus divergencias sentía que hacía parte de un proyecto conjunto, una nación que reconocía sus debilidades y falencias y que, a pesar de su pobreza hacia los mejores intentos por superarlas. Una nación que comprendía que la democracia era el escenario del disenso, de la confrontación constructiva, el MAS y sus caudillos no pudieron nunca (ni aun hoy que se caen en pedazos) comprender que las naciones son más poderosas y tienen mayor futuro cuando la pluralidad es verdadera y no solo un discurso de emisión, un recurso demagógico o la coartada de la corrupción.
Después de casi 20 años de desgobierno el peso de los fracasos, la corrupción y la mentira han terminado devorando sus propias entrañas. No es que entre Evo y Arce hay divergencias (lo que los separa son intereses personales) al fin y al cabo ambos son autores y responsables directos de la debacle que arrastra la nación, lo que sucede es que el peso de sus fracasos ha terminado haciendo del MAS una juntucha de corruptos, ineptos y racistas que ha perdido el horizonte, y junto a él terminó en el basurero de la historia un proyecto estatal plurinacional fallido.
A pesar de todo, a estas alturas ya comprendieron que perdieron la mejor oportunidad para hacer historia de la buena; se aplazaron, y parece que cada vez se percatan con mayor precisión que se trata del peor gobierno que tuvo Bolivia. Me dirá usted amable lector que peor fueron las dictaduras militares y la respuesta es no, el MAS fue de principio a fin otra dictadura, solo que esta vez, a la usanza del siglo XXI, tan mala corrupta e ineficiente como las que nos dieron los generales del siglo pasado.
https://eldeber.com.bo/edicion-impresa/en-caida-libre_383435
