Editorial, El Dia:
Incurable?
Businesspeople can complain all they want, but the Bolivian economic crisis seems incurable. Luis Arce resists applying the recipes or suggestions offered to him and, even more so, refuses to resort to the necessary adjustments to avoid disaster.
In 1985, with an annual inflation rate of 20,000%, the situation was radically worse, but there was the will to move forward. It is not necessary to hire a Harvard genius to redirect the economy; the knowledge is accessible to everyone. Examples like that of Milei in Argentina, without experience in politics or public administration, demonstrate that it is possible to climb out of the hole. The big problem is that Arce does not want to change, clinging to the scheme dictated from Cuba, where the dictatorship persists despite the famine.
The crisis depends on three factors, two of which are under the government’s control: lack of legal security and pronounced statism. The third factor, the climate, is beyond their control and especially their capacity.
Legal insecurity discourages foreign investment, crucial for sectors like hydrocarbons and mining. The extension of illegal magistrates and the land invasions create uncertainty. In 2023, the National Institute of Agrarian Reform (INRA) recorded 237 invasions, but only 36 evictions were carried out, affecting agricultural production and economic development.
Statism prioritizes public investment over private, resulting in outdated regulations that hinder development. This economic model, based on strategic control through state-owned companies, export regulation, subsidies, and wealth redistribution, is defended by the government. Entrepreneurs criticize this ideology, claiming it has led to a welfare economy dependent on grants and subsidies. The lack of foreign investment and outdated regulations have stalled key sectors.
Since 2014, Bolivia has experienced significant wear and tear on its economic model. The lack of exploration in vital sectors, along with high public spending and considerable debt, has exacerbated the situation. Between 2022 and 2023, exports decreased by $2.5 billion and reserves by approximately $1.5 billion, pressuring the exchange rate and deteriorating the economy.
Businesspeople insist on the need for deep reforms and an improved investment climate to prevent the crisis from becoming chronic. The Bolivian crisis is not necessarily incurable, but it requires a significant change in economic policies. Legal insecurity and statism can be addressed with substantial reforms. If the government commits to guaranteeing investments, updating regulations, and promoting private investment, Bolivia could begin to emerge from the crisis. Without these changes, the country’s economic future will remain uncertain and worrying.
Editorial, El Dia:
¿Incurable?
Los empresarios pueden reclamar todo lo que quieran, pero la crisis económica boliviana parece incurable. Luis Arce se resiste a aplicar las recetas ni sugerencias que le ofrecen y mucho más, a recurrir a los ajustes necesarios para evitar el desastre.
En 1985, con una inflación del 20 mil por ciento anual, la situación era radicalmente peor, pero hubo voluntad para salir adelante. No es necesario contratar a un genio de Harvard para reconducir la economía; el conocimiento está al alcance de todos. Ejemplos como el de Milei en Argentina, sin experiencia en política ni administración pública, demuestran que se puede salir del hoyo. El gran problema es que Arce no quiere cambiar, aferrado al esquema dictado desde Cuba, donde la dictadura persiste pese a la hambruna.
La crisis depende de tres factores, dos de los cuales están bajo el control del gobierno: la falta de seguridad jurídica y el acentuado estatismo. El tercer factor, el clima, escapa de su control y sobre todo, de su capacidad.
La inseguridad jurídica desalienta la inversión extranjera, crucial para sectores como hidrocarburos y minería. La prolongación de magistrados ilegales y los avasallamientos de tierras crean incertidumbre. En 2023, el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) registró 237 avasallamientos, pero solo se ejecutaron 36 desalojos, afectando la producción agrícola y el desarrollo económico.
El estatismo prioriza la inversión pública sobre la privada, resultando en una normativa obsoleta que frena el desarrollo. Este modelo económico, basado en el control estratégico mediante empresas estatales, regulación de exportaciones, subvenciones y redistribución de la riqueza, es defendido por el gobierno. Los empresarios critican esta ideología, alegando que ha llevado a una economía asistencialista dependiente de bonos y subsidios. La falta de inversión extranjera y una normativa desactualizada han estancado sectores clave.
Desde 2014, Bolivia ha experimentado un desgaste significativo en su modelo económico. La falta de exploración en sectores vitales, junto con un gasto público elevado y endeudamiento considerable, han exacerbado la situación. Entre 2022 y 2023, las exportaciones disminuyeron en $2,500 millones y las reservas en aproximadamente $1,500 millones, presionando el tipo de cambio y deteriorando la economía.
Los empresarios insisten en la necesidad de reformas profundas y mejorar el clima de inversión para evitar que la crisis se vuelva crónica. La crisis boliviana no es necesariamente incurable, pero requiere un cambio significativo en las políticas económicas. La falta de seguridad jurídica y el estatismo pueden ser abordados con reformas de fondo. Si el gobierno se compromete a darle garantía a las inversiones, actualizar la normativa y fomentar la inversión privada, Bolivia podría empezar a salir de la crisis. Sin estos cambios, el futuro económico del país seguirá siendo incierto y preocupante.