Editorial, Correo del Sur:
In the country, there is a risk that, despite its magnitude, has not been addressed as it should have been by the last governments, regardless of their color and ideological orientation. Drug trafficking has spread so much in terms of its actions that now it is not only about the production of narcotics but also about other crimes linked to it, including murders.
The increase in cases of murders related to drug trafficking, and kidnappings in regions where the production, trade, and transit of cocaine are particularly active, raise concerns about the growing threat of organized crime to citizen security and political stability.
Among the cases reported by the press in the last three months, although they have not occupied major headlines, are those of a shooting, a double murder, and a kidnapping, attributed to a criminal organization that gained power by terrorizing the inhabitants of the Cochabamba tropics.
The murders linked to cocaine trafficking that have recently occurred in Santa Cruz, especially in populations near the border with Brazil, where drug trafficking is intense, and the presence of “big fish” in this illicit activity, are other manifestations of this threat.
This is not exclusively a national risk, of course.
“Regarding drug trafficking and its relationship with organized crime, the record levels of cocaine production in Peru, Bolivia, and Colombia have increased violence between local and international criminal groups,” states the Latin America Political Risk Index 2024 report, published a couple of months ago by the Center for International Studies of the Pontifical Catholic University of Chile. What happened last January in Ecuador, where the government had to declare a state of internal conflict due to the violence unleashed by drug trafficking mafias, and what is currently happening in Rosario, the most dangerous city in Argentina due to “a struggle between gangs for control of drug trafficking in the city,” as reported by Infobae, are two other manifestations of the aforementioned risk.
And it is not a recent issue either. Already in October 2014, the InSight Crime website noted that “transnational organized crime likes to have opportunities and encounter little resistance. Currently, Bolivia offers both and is at the heart of a new criminal dynamic that threatens national and citizen security in this landlocked Andean country.”
“Strangely, there is little violence among Bolivia’s criminal clans, which is why their activities attract little attention. Unlike Colombians, and increasingly Brazilians, Bolivian organized crime prefers to resolve its differences peacefully,” InSight Crime noted 10 years ago. Obviously, that situation has changed, and the risks it entails are greater.
In 2014, the United Nations Office on Drugs and Crime (UNODC) warned that an increase in violence is almost inevitable if Bolivia maintains its position as a drug-producing country and transit point.
The continuous reports of drug seizures almost parallel those coming from abroad, indicating the seizure of cocaine from Bolivia, and most of the confiscations are measured in tons, demonstrating that more is leaving than is being repressed.
Existe en el país un riesgo que, pese a su gran tamaño, no ha sido encarado como se debería por los últimos gobiernos, con prescindencia de su color y orientación ideológica. El narcotráfico se ha extendido tanto, en cuanto a sus acciones, que ahora ya no solo se habla de la producción de estupefacientes sino de otros crímenes vinculados a ella, incluyendo los asesinatos.
El incremento de casos de asesinatos relacionados con el narcotráfico, y de secuestros en regiones donde la producción, comercio y tránsito de cocaína son especialmente activos, suscitan inquietudes respecto de la creciente amenaza del crimen organizado para la seguridad ciudadana y la estabilidad política.
Entre los casos que han sido reportados por la prensa en los últimos tres meses, aunque sin ocupar grandes espacios en las portadas, están el de un acribillado, un doble asesinato y un secuestro, atribuidos a una organización criminal que cobró poder atemorizando a los pobladores del trópico de Cochabamba.
Los asesinatos ligados al tráfico de cocaína que se produjeron recientemente y en los últimos años en Santa Cruz, especialmente en poblaciones próximas a la frontera con Brasil, donde el tráfico de drogas es intenso, y la presencia de “peces gordos” de esa actividad ilícita, son otras manifestaciones de esa amenaza.
No se trata de un riesgo exclusivamente nacional, claro está.
“En cuanto al narcotráfico y su relación con el crimen organizado, los niveles récord de producción de cocaína en Perú, Bolivia y Colombia han incrementado la violencia entre grupos criminales locales e internacionales”, señala el informe Índice de Riesgo Político América Latina 2024, publicado hace un par de meses por el Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Lo ocurrido en enero pasado en Ecuador, donde el Gobierno tuvo que declarar un estado de conflicto interno debido a la violencia desencadenada por las mafias narcotraficantes, y lo que sucede actualmente en Rosario, la ciudad más peligrosa de Argentina debido a “una lucha entre bandas por el control del tráfico de drogas en la ciudad”, como lo reporta el sitio Infobae, son otras dos manifestaciones del mencionado riesgo.
Y tampoco es un asunto reciente. Ya en octubre de 2014, el sitio InSight Crime constataba que “al crimen organizado transnacional le gusta tener oportunidades y que se le oponga poca resistencia. Actualmente Bolivia ofrece ambas cosas y se encuentra en el corazón de una nueva dinámica criminal que amenaza la seguridad nacional y ciudadana en este país andino sin salida al mar”.
“Extrañamente, hay poca violencia entre los clanes criminales de Bolivia, razón por la cual sus actividades atraen poca atención. A diferencia de los colombianos, y cada vez más de los brasileños, el crimen organizado boliviano prefiere resolver sus diferencias pacíficamente, señalaba InSight Crime hace 10 años. Evidentemente, esa situación ha cambiado y los riesgos que eso significa son mayores.
En 2014, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd) advertía que un aumento en la violencia es casi inevitable si Bolivia mantiene su posición como país productor y punto de tránsito de drogas.
Los permanentes reportes de incautación de droga prácticamente van a la par con los que llegan desde el exterior, danto cuenta de la incautación de cocaína procedente de Bolivia, y la mayoría de los comisos se mide en toneladas, lo que demuestra que es más lo que sale que lo que se reprime.
https://correodelsur.com/opinion/20240411_el-riesgo-del-narcotrafico-en-bolivia.html

