By Renzo Abruzzese, Brujula Digital:
Evo Morales finally called for an end to the blockade, no doubt persuaded by the overwhelming public rejection that the measure generated across nearly every segment of Bolivian society. Furthermore, the confrontation (at least on a rhetorical level) revealed that the “evista” vision of power has become anchored only among those in the Cochabamba tropics, indigenous communities with deep rural roots, and the prebendary groups he built over the last two decades.
In other words, the three weeks of blockades and conflict made it clear that the “popular” sectors now share very little in common with Evo’s vision for the country and even less with his methods of political struggle. It also highlighted a social polarization that has formed two distinct poles from a sociological, political, and ideological standpoint: rural indigenous communities on one side and urban civil society on the other.
The second takeaway is that, although the “evista bases” are proportionally small compared to civil society in all its layers, their capacity for mobilization grants them a political power that, for better or worse, no other political leader currently holds—making Morales a highly strategic interlocutor.
The third observation is that “MAS factions” will never reach a level of confrontation that could jeopardize the unity of the political movement itself; in colloquial terms, they are the same lady in a different skirt.
The three weeks of conflict, which have yet to be fully resolved, leave us with some lessons we should not overlook. The first is that the old Marxist leftist rhetoric still finds a receptive audience. Morales’ appeals to the traditional leftist slogans still resonate with a part of the country’s poorest rural population.
Another lesson is that, however small the real base of the Radical MAS (Evo’s faction) might be, they do not face an opposition organized enough to counter them. The troubling aspect here is that, without a renewal of the opposition forces and the emergence of leadership that transcends the MAS discourse, the MAS will continue to win elections—and worse, they will convince themselves of their invincibility. In politics, you often end up becoming what you believe, even if that belief is far from reality.
The final, and perhaps most significant, reflection is that as long as the MAS dominates the political landscape with one or more factions, the nature of the power that drives them—an identity rooted in a racial sense of purpose—will accept nothing but itself. This is why the MAS political instrument will maintain a unified stance with only slight rhetorical variations between factions, with groups that are, in reality, allies rather than adversaries.
Por Renzo Abruzzese, Brújula Digital:
Finalmente Evo Morales pidió que se levante el bloqueo, sin duda persuadido por el omnipresente sentimiento de rechazo que la medida generó en prácticamente todos los estratos de la sociedad boliviana, pero además, porque al observar quienes se enfrentaban (al menos discursivamente) quedó claro que la visión evista del poder ha quedado anclada solamente en los estratos del trópico de Cochabamba, los indígenas de profunda raigambre rural y los grupos prebendales que construyó a lo largo de los últimos 20 años.
En otras palabras, en las tres semanas de bloqueos y conflictos quedó claro que los sectores “populares” ya tienen muy poco en común con la visión de país de Evo y mucho menos con sus métodos de lucha política. También quedó claro que la polarización social tiende a situar dos polos claramente diferenciables desde el punto de vista sociológico, político e ideológico: indígenas de tierra adentro, por un lado, y sociedad civil urbana por el otro.
La segunda evidencia es que, pese a que “las bases” evistas son proporcionalmente reducidas frente al conjunto de la sociedad civil en todos sus estratos, su capacidad de movilización le otorga un poder político que, de hecho (por mucho o poco que sea) no lo tiene ningún otro líder político de la actualidad, lo que lo convierte en un interlocutor altamente estratégico.
La tercera constatación deja ver que las “fracciones masistas” nunca alcanzarán un nivel de confrontación capaz de poner en riesgo la unidad del instrumento político como tal; en palabras coloquiales diríamos que son la misma dama con pollera diferente.
Las tres semanas de conflicto, que no se ha resuelto del todo, nos dejan algunas lecciones que no deberíamos pasar por alto. La primera es que la vieja verborrea propia de la izquierda marxista latinoamericana todavía tiene un receptor sensible. Los argumentos de Evo Morales apelando a las antiguas consignas propias de la izquierda no parecen resultar extrañas a una parte del campesinado más pobre del país.
Otra lección es que, por reducidas que sean las bases reales del MAS Radical (el de Evo) no tienen en frente una oposición con la organicidad suficiente como para hacerle frente; lo grave de esto es que mientras las fuerzas de oposición no se renueven y construyan liderazgos que se sitúen por encima del discurso y los planteamientos masistas, el MAS seguirá ganando las elecciones, y peor, se autoconvencerá de que es invencible; en política suele suceder que terminas siendo lo que crees aunque estés a años luz de la realidad.
La última reflexión, y quizá la más relevante, es que mientras el MAS domine el escenario político con una, dos o más facciones, la naturaleza del poder que lo impulsa (es decir, el sentido de raza que orienta sus acciones) nunca aceptará otra cosa que no sea a sí mismo. Por eso decía que el instrumento político tendrá una y monolítica posición con un discurso apenas diferente entre fracciones y con bandos que en realidad son cómplices y no adversarios.
