By Geraldine Corrales, Los Tiempos:
The Garnica family crafts handmade sweets for All Saints’ Day with care and creativity | Carlos López

Tradition and color define the process in Quillacollo | José Rocha
Candy shops put extra effort into offering varieties | José Rocha
Production in the Peredo family workshop | José Rocha
The preparation of custom orders | Carlos López
The artisanal production of sweets for the Todos Santos festival has endured for over a century among some Cochabamba families who are dedicated to keeping this tradition alive.
Including sweets on the table set up to welcome the deceased requires hours of effort and dedication, according to the artisans.
The shape of the sweets is essential because it serves a purpose in line with customs. One of the most traditional is the basket, which is often associated with the soul using it to carry offerings.
In Cochabamba, making sweets is a manual craft that has been passed down through generations. This is the case for the Garnica family, who have practiced this art in the city for more than a century.
The imagination of the deceased’s relatives is the only limit for the Garnica family when creating these items. Forty-five days in advance, the makers gather to begin the work and let their creativity flow to produce different figures.
“This year, we have requests for a little carpenter, who must be in a specific position. Then, someone asked for a figure of a person who worked at the Electricity Company (Elfec) climbing a pole with a ladder,” said Larry Garnica, who leads the work in his family’s funeral home located near the General Cemetery.
He added that another unique order is for a diablada mask.
The work is continuous, and each person who supports the production has a specific role.
The preparation begins with mixing sugar and water, along with special ingredients, which are then transferred to a grinding stone where the color is added to the sweets, according to the artisans. After adding the vegetable dye, the syrup is mixed on a kind of wooden rack used for kneading the sweet. Once two colors are prepared, it is moved to the table where at least eight people begin shaping the sweets.
Each piece is handled with great care. The workers are of all ages, allowing younger people to learn from the elders.
As one of the busiest sweet shops, Garnica reports that they work with more than 150 quintals of sugar.
“I feel satisfied to be able to provide quality to the customer, allowing them to taste the sweet we make. We make it edible, not just decorative,” he added.
An old saying notes that “variety is the spice of life,” and so these sweets are also offered in various flavors and colors.
In Quillacollo
Irma Peredo Borda is one of the vendors who makes sweets all year round but does special work for the Todos Santos festival.
She shared that at least four generations of her family have learned this craft, and now her children lead the sweet-making.
Among the figures highlighted in her shop are angels with garlands, pitchers, candlesticks, flowers, and baskets of all sizes.
Assembling the baskets requires additional heat to join the pieces, so you can see a brazier where hot coals help handle each object’s parts and give it its final shape.
César Vera, one of Irma’s sons, mentioned that “before, he viewed the activity as just a business, but he realized it’s also a tradition.”
Vera explained that orders vary, recalling a family who asked, “to make a man with girls because he was a ladies’ man,” a curious creation.
He also noted that they maintain artisanal production despite the availability of industrial machinery, which would allow them to produce larger quantities.
The cost of the sweets varies according to quantity and figures.
Por Geraldine Corrales, Los Tiempos:
La familia Garnica elabora dulces artesanales de Todos Santos con esmero y creatividad | Carlos López
Tradición y color marcan el proceso en Quillacollo | José Rocha
Las dulcerías se esmeran con variedades | José Rocha
La elaboración en el taller de la familia Peredo | José Rocha
La elaboración de los pedidos particulares | Carlos López
La elaboración artesanal de dulces para la fiesta de Todos Santos es una actividad que perdura por más de un siglo entre algunas familias cochabambinas que se esmeran para mantener esta tradición.
La inclusión de dulces en la mesa que se arma para recibir a los difuntos conlleva horas de esfuerzo y dedicación, según los artesanos.
La forma de los dulces es elemental porque cumple una función de acuerdo a las costumbres. Uno de los más tradicionales es la canasta que suele estar asociada a que el alma la usa para llevar las ofrendas.
En Cochabamba la elaboración del dulce es un trabajo manual que se ha sido aprendido por generaciones. Este es el caso de la familia Garnica que lleva más de un siglo realizando este arte en la ciudad.
La imaginación de los familiares de los difuntos es el límite que tiene la familia Garnica a la hora de crear estos elementos. Con una anticipación de 45 días, los elaboradores se reúnen para iniciar el trabajo y dar rienda a creación de diferentes figuras.
“Este año estamos con los pedidos de un carpinterito, que debe estar en una posición específica. Después me han pedido que hagamos una persona que trabajaba en la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica (Elfec) que esté en un poste con una escalera subiendo”, dijo Larry Garnica, quien lidera el trabajo en la funeraria de su familia ubicada cerca del Cementerio General.
Añadió que otro pedido singular que se elabora es el de una máscara de la diablada.
El trabajo es continuo y cada una de las personas que apoya en la elaboración cumple con un rol específico.
El preparado se inicia con la mezcla de azúcar y agua, además de los ingredientes especiales, para luego pasarlos a un batán donde se agrega el color para esos dulces, según los artesanos. . Tras la inclusión del colorante vegetal, se procede a mezclar el almíbar en una especie de perchero de madera que sirve para amasar el dulce. Luego de tener dos colores, se pasa a la mesa donde están al menos ocho personas que comienzan a dar forma a los dulces.
El cuidado de cada pieza es único. Los trabajadores son de todas las edades, por lo que es posible ver a los más jóvenes aprender de los mayores.
Al ser una de las dulcerías con mayor concurrencia, Garnica cuenta que llegan a trabajar con más de 150 quintales de azúcar.
“Me queda una sensación de satisfacción de poder dar calidad al cliente, darles a degustar el dulce que realizamos, nosotros hacemos para que sea comestible, no solamente por la temática”, añadió.
Un viejo adagio señala que “en la variedad está el gusto” por lo que estos dulces también se ofrecen en distintos sabores y colores.
En Quillacollo
Irma Peredo Borda es una de las comerciantes que se dedica a la elaboración de dulces durante todo el año, pero realiza un trabajo especial para la fiesta de Todos Santos.
Contó que almenos cuatro generaciones de su familia aprendieron sobre este trabajo y actualmente son sus hijos los que encabezan la elaboración de los dulces.
Entre las figuras que destacan en su tienda están los angelitos con guirnaldas, jarras, candeleros, flores y canastas de todo tamaño.
El armado de las canastas requiere de calor adicional para unir las piezas, por lo que se puede ver un brasero donde el carbón ardiente ayuda a manipular las partes de cada objeto y darle finalmente la forma final.
César Vera, uno de los hijos de Irma, contó que “antes veía la actividad como un negocio, pero se percató que también es una tradición”.
Vera detalló que los pedidos varían, pero recordó que una familia pidió que “hagamos un hombre con chicas porque el señor era mujeriego”, una creación curiosa.
Asimismo, señaló que mantienen la elaboración artesanal, pese a contar con una amplia oferta de maquinaria industrial que les permitiría elaborar cantidades más grandes.
El costo de los dulces varía de acuerdo a la cantidad y a las figuras.
