By Juan José Toro, Brujula Digital:
This May 10th will be one of the worst days for Bolivian journalists since the date was instituted as such. For us, who live to inform people, the issue is more than evident, as it is felt in our stomachs and pockets.
On April 29th, the Center for Labor and Agrarian Development Studies (CEDLA) presented a document titled “Journalists and labor precarity: Report on the situation of working conditions and labor rights of journalists in Bolivia,” which contains data that, while not entirely new, at least officially reflects the crisis that the Bolivian press has fallen into.
The report, signed by Bruno Rojas, scientifically reflects that Bolivian journalism improved its reach parallel to the emergence of Information and Communication Technologies (ICTs). New technologies allowed media to have greater reach, which expanded not only their audiences but also their markets. Due to commodification, their revenues increased, and thanks to that, they could hire more journalists and pay them better.
But this boom lasted a short while. The determining event, turned into a milestone, was Evo Morales’ assumption of the presidency of Bolivia. From then on, a series of systematic attacks developed, reaching a turning point with the decision to cut off all government advertising to non-aligned media, to give it to those that emerged with the express purpose of serving the regime and those who submitted to that condition.
Since then, the media economy deteriorated, and the regression of all that had been achieved began. As if that were not enough, in 2018, the MAS (Movement for Socialism) used an infiltrator, Héctor Aguilar, to take over the press confederation. Using state assets, such as a Bolivian Air Force plane, he took delegates to an organic congress to be held in Riberalta to reform the statute and allow the aforementioned to be reelected. Once the reform was approved, and against all union regulations, the organic congress became ordinary and elected a new leadership. That was the rupture of press unionism that lasts until now.
Years of economic suffocation bore fruit as neither Añez nor Arce changed the distribution of advertising space, which delivers millions to affiliated media and nothing to independents. Several media outlets closed, and those that survive barely had to cut staff and salaries. The CEDLA report is damning in this regard: “More than half of the journalists consulted indicated that their labor income decreased in the last five years (2019-2023).”
Currently, there are thousands of journalists who work more than eight hours a day for less than the minimum wage or in other systems such as “freelance” or space rental, making them prone to corruption. Social benefits, such as social security, have disappeared. As a result, the quality of Bolivian journalism has fallen to the point of making the press a marginal sector of our society. Evo can feel happy and proud.
Juan José Toro is a National Prize winner in the History of Journalism.
Por Juan José Toro, Brujula Digital:
Este 10 de mayo será uno de los peores días del periodista boliviano desde que la fecha fue instituida como tal. Para nosotros, quienes vivimos de y para informar a la gente, el asunto es más que evidente, puesto que se siente en nuestros estómagos y bolsillos.
El 29 de abril recién pasado, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) presentó un documento titulado “Periodistas y precariedad laboral: Informe sobre la situación de las condiciones de trabajo y de los derechos laborales de las/os periodistas de Bolivia” que contiene datos que, sin bien no son del todo nuevos, por lo menos reflejan, de manera oficial, la crisis en la que ha caído la prensa boliviana.
El informe, firmado por Bruno Rojas, refleja científicamente que el periodismo boliviano mejoró su llegada paralelamente a la aparición de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Las nuevas tecnologías permitieron que los medios tuvieran un mayor alcance y eso amplió no sus audiencias y mercados. Debido a la mercantilización, sus ingresos aumentaron y, gracias a eso, pudieron contratar más periodistas y pagarles mejor.
Pero esta situación de bonanza duró poco. El hecho determinante, convertido en hito, fue la asunción de Evo Morales a la presidencia de Bolivia. A partir de ahí se desarrolló una serie de ataques sistemáticos que tuvieron su punto de inflexión con la decisión de cortar toda publicidad gubernamental a los medios no alineados, para entregársela a los que surgieron con el expreso propósito de servir al régimen y a los que se sometían a esa condición.
A partir de entonces, la economía de los medios se deterioró y comenzó el retroceso de todo cuanto se había avanzado. Por si eso fuera poco, en 2018, el MAS usó a un infiltrado, Héctor Aguilar, para apoderarse de la confederación de la prensa. Usando bienes del Estado, como un avión de la Fuerza Aérea Boliviana, se llevó delegados a un congreso orgánico a realizarse en Riberalta para reformar el estatuto y permitir que el aludido sea reelegido. Una vez aprobada la reforma, y contra toda normativa sindical, el congreso orgánico se convirtió en ordinario y eligió una nueva dirigencia. Ese fue el quiebre del sindicalismo de la prensa que dura hasta ahora.
Los años de asfixia económica dieron sus frutos ya que ni Añez ni Arce cambiaron la distribución de la pauta publicitaria, que entrega millones a medios afines y nada a los independientes. Varios medios cerraron y los que sobreviven, apenas, tuvieron que recortar planillas y sueldos. El informe del CEDLA es lapidario al respecto: “Más de la mitad de los periodistas consultados indicó que sus ingresos laborales disminuyeron en los últimos cinco años (2019-2023)”.
Actualmente, hay miles de periodistas que trabajan más de ocho horas diarias por menos del salario mínimo o bien en otros sistemas como “freelance” o con alquiler de espacios, lo que los convierte en proclives a la corrupción. Los beneficios sociales, como la seguridad social, han desaparecido. Como resultado, la calidad del periodismo boliviano ha caído al punto de convertir a la prensa en un sector marginal de nuestra sociedad. Evo puede sentirse feliz y orgulloso.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo
