By Windsor Hernani, Vision 360:
Bolivia vs. the U.S. and China: Is a Foreign Policy of Doña Flor and Her Two Husbands Possible?
Both countries have tools to condition Bolivia’s behavior, reducing its margin for decision and maneuvering.
Published in 1966, Doña Flor and Her Two Husbands is a novel by Jorge Amado that tells the story of a woman torn between two incompatible loves: Vadinho, the passionate, adventurous, and overflowing husband; and Teodoro, the serious, formal, and stability-providing one. The simultaneous coexistence with both proved impossible, as it inevitably generated vital contradictions.
This literary story perfectly fits the foreign policy crossroads that the new government will have to face before the two great powers of the 21st century: the United States and China.
In recent years, the “diplomacy of the peoples” deepened ties with China, minimizing relations with the United States. The current electoral dynamic and economic demands have put on the table the proposal to restore ties with Washington while maintaining relations with Beijing. In other words, the idea is to develop a foreign policy analogous to Doña Flor’s life—attempting to live simultaneously with two competing husbands.
In the face of this dilemma, many recommend applying the principle of “neutrality,” an old stance that several states practiced during the Cold War. The Non-Aligned Movement arose precisely from that logic, refusing to take sides in the confrontation between the U.S. and its NATO allies against the Soviet Union and the Warsaw Pact. However, history showed that absolute neutrality was largely rhetorical but illusory in practice. The great powers exerted pressure, and small countries rarely managed to sustain ambiguous positions without paying a high political, economic, or even military cost.
The current international scenario presents similarities and differences with that context. Today, the U.S.-China rivalry is multidimensional—it is not limited to the military sphere but also encompasses the global economy, technology (5G, artificial intelligence, semiconductors), supply chains, and access to critical resources such as lithium. Within this framework, the recommendation to avoid taking sides and to maintain friendly dialogue with both poles seems reasonable in theory but is a highly risky bet in practice.
Political realism (realpolitik) provides a useful framework to understand this dilemma and its consequences. According to this perspective, states act guided by interests defined in terms of power—not by moral principles or ideological affinities. Under that logic, anything that strengthens their capacity for influence is acceptable, and anything that weakens it is unacceptable.
In the terms of Robert Dahl—the political scientist who developed theories about power—we could say that powers act internationally in search of greater influence and, consequently, pressure other countries to do something they would not freely consent to. The method may vary, but the most common is a persuasive action, so to speak, based on a system of punishments and rewards.
Thus, the great powers draw red lines and sanction any action contrary to their interests, discouraging double games. Donald Trump’s statement that “any country aligning with the anti-U.S. policies of the BRICS will pay an additional tariff,” followed by tariff increases on Bolivia and Brazil, constitutes irrefutable evidence of such practice.
In this relentless struggle for power, small and vulnerable countries like Bolivia have little room for maneuver, and the risk of maintaining a “double game” policy is to end up with weak ties in both directions. Such was Doña Flor’s fate—without the passion of one, nor the security of the other.
Today, it is a fact that Bolivia maintains a dependent relationship with China. It is Bolivia’s main trading partner, its largest bilateral creditor, and has particular interest in projects linked to lithium and other strategic raw materials. Conversely, although relations with the United States are at a standstill, that country controls global financial flows through multilateral organizations such as the IMF, the IDB, and the World Bank—indispensable in the current context of economic crisis. In short, both countries have tools to condition Bolivia’s behavior, reducing its margin for decision and maneuvering.
In this context of needs and constraints, the new government’s foreign policy regarding the United States and China cannot be based on naïveté. It must be built upon pragmatic realism, choosing clear priorities, acting intelligently, and, above all, defending the national interest.
This is not about playing “Doña Flor” in geopolitics but about being a state with a defined strategy, aware of its limited autonomy, and determined to maximize opportunities—bearing very much in mind that we live in an international scenario marked by fierce competition among great powers, where naïve or innocent actions have no place. Hopefully, the new government’s diplomacy will be up to the task.
Por Windsor Hernani Limarino, Vision 360:
Bolivia vs. EE. UU. y China: ¿Es posible una política exterior de Doña Flor y sus dos maridos?
Ambos países disponen de instrumentos para condicionar el comportamiento de Bolivia, reduciendo el margen de decisión y maniobra.
Publicada en 1966, Doña Flor y sus dos maridos es una novela de Jorge Amado que relata la historia de una mujer desgarrada entre dos amores incompatibles. Vadinho, el esposo apasionado, aventurero y desbordante; y Teodoro, el esposo serio, formal y proveedor de estabilidad. La convivencia simultánea con ambos resultó imposible, pues inevitablemente generó contradicciones vitales.
Esta historia literaria se ajusta a cabalidad a la encrucijada de política exterior que deberá afrontar el nuevo gobierno, frente a las dos grandes potencias del siglo XXI, Estados Unidos y China.
Durante los últimos años, la “diplomacia de los pueblos” profundizó los vínculos con China, reduciendo al mínimo las relaciones con Estados Unidos. La dinámica electoral y las exigencias económicas actuales han puesto sobre la mesa, la oferta de recuperar los vínculos con Washington y, al mismo tiempo, conservar el relacionamiento con Pekín. En otras palabras, se plantea desarrollar una política exterior análoga a la vida de Doña Flor, intentar convivir simultáneamente con dos maridos en pugna.
Ante este dilema, muchos recomiendan aplicar el principio de “neutralidad”, postura añeja que varios Estados practicaron durante la Guerra Fría. El Movimiento de Países No Alineados surgió precisamente bajo esa lógica, no tomando partido en el enfrentamiento entre EE. UU. y sus aliados de la OTAN frente a la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia. Sin embargo, la historia demostró que la neutralidad absoluta era, en gran medida discursiva pero ilusoria en los hechos. Las grandes potencias impusieron presiones, y los países pequeños rara vez pudieron sostener posiciones ambiguas sin pagar un alto costo político, económico o incluso militar.
El actual escenario internacional presenta similitudes y diferencias con aquel contexto. Hoy, la pugna entre Estados Unidos y China es multidimensional; no se limita al ámbito militar, sino que abarca la economía global, la tecnología (5G, inteligencia artificial, semiconductores), las cadenas de suministro y el acceso a recursos críticos como el litio. En este marco, la recomendación de no tomar partido y mantener simultáneamente un diálogo amistoso con ambos polos parece razonable en teoría, pero una apuesta altamente riesgosa en la práctica.
El realismo político (realpolitik) ofrece un marco útil para comprender esta disyuntiva y sus consecuencias. Según esta perspectiva, los Estados actúan guiados por intereses, definidos en términos de poder, no por principios morales, ni afinidades ideológicas. Bajo esa lógica, todo aquello que fortalezca su capacidad de influencia es aceptable, y todo lo que la reduzca, inaceptable.
En términos de Robert Dahl – cientista político que desarrolló teorías sobre el poder – diríamos que las potencias actúan en el ámbito internacional en busca de mayor influencia y, en consecuencia, presionan a otros países para lograr que hagan algo que, de libre consentimiento, no harían. El método puede ser diverso; el más utilizado es un accionar persuasivo, si así puede llamarse, basado en un régimen de castigos y recompensas.
Así, las grandes potencias trazan líneas rojas y sancionan cualquier acción contraria a sus intereses, desalentando el doble juego. La frase de Donald Trump que dijo: “cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los BRICS pagará un arancel adicional” y el posterior incremento arancelario a Bolivia y Brasil constituyen evidencia irrefutable de esa práctica.
En esta lucha implacable por el poder, los países pequeños y vulnerables como Bolivia tienen poco margen de maniobra, y el riesgo de mantener una política de “doble juego” es terminar con vínculos débiles en ambas direcciones. Así le ocurrió a Doña Flor, sin la pasión de uno, ni la seguridad del otro.
Actualmente, es un hecho que Bolivia mantiene con China una relación de dependencia. Es el principal socio comercial, el mayor acreedor bilateral, y ese país tiene particular interés en proyectos vinculados al litio y otras materias primas estratégicas. En contraparte, aunque el relacionamiento con Estados Unidos está en punto muerto, este Estado controla flujos financieros globales, a través de organismos multilaterales como el FMI, el BID o el Banco Mundial, indispensables en la actual coyuntura de crisis económica. Es decir, ambos países disponen de instrumentos para condicionar el comportamiento de Bolivia, reduciendo el margen de decisión y maniobra.
En este contexto de necesidades y restricciones, la política exterior del nuevo gobierno, en lo que respecta a Estados Unidos y China, no puede basarse en ingenuidades. Debe construirse a partir de un realismo pragmático, eligiendo prioridades claras, actuando con inteligencia y, sobre todo, defendiendo el interés nacional.
No se trata de jugar a ser “Doña Flor” en geopolítica, sino de ser un Estado con una estrategia definida, consciente de su autonomía limitada y decidido a maximizar las oportunidades, tomando muy en cuenta que vivimos en un escenario internacional marcado por la férrea pugna entre grandes potencias; donde acciones cándidas o inocentes no caben. Ojalá la diplomacia del nuevo gobierno dé la talla.
