Editorial, El Dia:
Silence means consent
Edman Lara holds nothing back. One day he claims he stands above Rodrigo Paz and that he should have been the presidential candidate. The next, he boasts of making Paz win, while lashing out at the private sector and promising to raise the Renta Dignidad to 2,000 bolivianos—something that would bankrupt the State entirely. At the same time, he indulges in threatening journalists, opponents, and even Rodrigo Paz himself. His style is violent, populist, and authoritarian—closer to Evo Morales’ playbook than to any democratic tradition.
At first, these were dismissed as “slip-ups,” the product of the ex-captain’s youth and inexperience. But repetition proves otherwise: this is a calculated strategy, a script designed to capture the populist vote of those indoctrinated by MAS for 20 years. The same playbook that brought Evo Morales and Luis Arce to power: incendiary speeches, hollow identity politics, and absolute disregard for economic and social consequences.
Analysts warn that Lara is Evo Morales’ “darkest creation,” crafted to follow the path of Hugo Chávez or Daniel Ortega. It is no coincidence that he doubles down on confrontation, threats, and expropriation. Evo has always sought to revive a radical communist project from Chapare, and now seems to have found in Lara his perfect messenger. So much so that some foresee Rodrigo Paz becoming the victim of a “coup” by his own vice-presidential running mate in less than 24 hours.
Rodrigo Paz’s attitude, in this context, is even more blameworthy than his running mate’s. Because Lara never hid what he is: an emerging caudillo with authoritarian and populist impulses. But Paz did promise something different. He pledged to break away from MAS, to stand for democracy, the rule of law, and institutions. Yet his silence makes him hostage to the most dangerous strategy of all: identity populism that sets the country ablaze and wrecks the economy.
Fernando Untoja sums it up precisely: the politics of Paz and Lara are “libidinal”—nothing but empty shouting, delight in confrontation, fire without light. Nothing to propose, nothing for the future. Just the pleasure of attacking, dividing, setting fires.
The big question is whether Bolivians will once again fall into the trap of populism. Whether we will once again choose “hell over a leader who does not represent us identitarianly.” The experience with Evo and Arce should be enough to learn that identity without responsibility condemns us to the abyss.
Rodrigo Paz remains silent. But his silence is not prudence—it is consent. And in politics, as in life, silence means consent. If he does not break with Edman Lara now, if he does not clearly distance himself from a populist project that threatens to replay the worst of the past, then it will be clear that his candidacy is not an alternative to MAS, but one of its mutations. And in a country scarred by two decades of populism, that is not a slip-up—it is a betrayal.
Editorial, El Día:
El que calla, otorga
Edman Lara no se guarda nada. Un día asegura que está por encima de Rodrigo Paz y que él debió ser candidato a presidente. Al siguiente proclama que lo hizo ganar, y remata con ataques contra el sector privado y promesas como subir la Renta Dignidad a 2.000 bolivianos, algo que significaría la quiebra total del Estado. En paralelo, se da el lujo de amenazar a periodistas, a opositores e incluso al propio Rodrigo Paz. Su estilo es violento, populista y autoritario, más cercano al manual de Evo Morales que a la tradición democrática.
Al principio se dijo que eran “deslices”, fruto de la juventud e inexperiencia del excapitán. Pero la reiteración demuestra lo contrario: estamos frente a una estrategia calculada, un guion pensado para capturar el voto populista de quienes durante 20 años fueron adoctrinados por el MAS. El mismo libreto que llevó a Evo Morales y Luis Arce al poder: discursos incendiarios, identitarismo vacío y un desprecio absoluto por las consecuencias económicas y sociales.
Analistas advierten que Lara es la “creación más oscura” de Evo Morales, diseñado para seguir los pasos de Hugo Chávez o Daniel Ortega. No es casualidad que insista en un discurso de confrontación, amenazas y expropiación. Evo siempre buscó reeditar un proyecto comunista radical desde el Chapare, y ahora parece haber encontrado en Lara a su emisario perfecto. Tanto así, que algunos prevén que Rodrigo Paz podría ser víctima de un “golpe” de su propio vicepresidente en menos de 24 horas.
La actitud de Rodrigo Paz es, en este contexto, más reprochable que la de su compañero de fórmula. Porque Lara nunca ocultó lo que es: un caudillo emergente, con pulsiones autoritarias y populistas. Pero Paz sí prometió algo distinto. Ofreció diferenciarse del MAS, apostar por la democracia, el Estado de derecho y la institucionalidad. Sin embargo, su silencio lo convierte en rehén de la estrategia más peligrosa: el populismo identitario que incendia al país y arruina la economía.
Fernando Untoja lo sintetiza con precisión: la política de Paz y Lara es “libidinal”, puro grito vacío, placer en la confrontación, fuego sin luz. Nada de propuestas, nada de futuro. Solo el goce de atacar, de dividir, de incendiar.
La gran pregunta es si los bolivianos volveremos a caer en la trampa del populismo. Si volveremos a preferir “el infierno antes que un gobernante que no nos represente identitariamente”. La experiencia con Evo y Arce debería bastar para aprender que la identidad sin responsabilidad nos condena al abismo.
Rodrigo Paz calla. Pero su silencio no es prudencia, es consentimiento. Y en política, como en la vida, el que calla, otorga. Si no rompe con Edman Lara ahora, si no deslinda con claridad de un proyecto populista que amenaza con reeditar lo peor del pasado, entonces quedará claro que su candidatura no es alternativa al MAS, sino una de sus mutaciones. Y eso, en un país herido por dos décadas de populismo, no es un desliz: es una traición.
https://eldia.com.bo/2025-08-28/editorial/el-que-calla-otorga.html
