Todo tiene un límite – Everything has a limit

Sabemos bien lo que hace un individuo cuando se siente vencido, acorralado, muerto de miedo e impotente frente a los hechos que suceden a su alrededor. Lo vimos muy claramente en la conducta del cocalero Morales, que chillaba en todas direcciones para que lo dejen salir del país, que mandaba a sus compañeras mujeres a rogar a medio mundo para que le permitan huir. No queremos imaginar lo que hubiera hecho de no haber sido por la intercesión de gente decente que facilitó las cosas para que el ciudadano de Orinoca vaya a limpiarse los mocos a México, donde una vez a salvo, retomó su pose de valentón y pendenciero.

Todos huyeron como ratas. Se escondieron en las embajadas de países hermanos sin que nadie los corriera. La desesperación los llevó a tomar la Biblia en las manos, a mostrarse llorando, rezando para que los “pititas” no les hagan daño, para que no cobren venganza contra ellos, pensando como el “ladrón que cree que todos son de su condición”.

Algunos expertos en política creen que fue un error no haber hecho lo que el MAS esperaba de los que impidieron el fraude de octubre de 2019, pero eso hubiera sido un error. El odio engendra odio y eso lo estamos viendo justo ahora, con la sed de venganza sin límites que expresa el MAS, con esa indolencia salvaje hacia la ex presidenta Añez, a quien quieren matar lentamente, torturarla frente a todos, destruirla física y mentalmente, algo que el cocalero no hubiera resistido, pues ya sabemos que es un llorón y un cobarde.

Las reiteradas manifestaciones internacionales que muestran la culpabilidad del cocalero en la crisis política que estamos atravesando en Bolivia desde febrero de 2016, han provocado susto en las filas del MAS, que no hacen más que cerrar filas para proteger al ex presidente de cualquier consecuencia jurídica. Él se esconde detrás de la Fiscalía y otros sicarios de la democracia, no quiere responder por lo que ha hecho, se niega a poner la cara y a sentarse en el banquillo de los acusados, porque sabe que no lo va a soportar.

Esos mismos sabuesos se ensañan contra Jeanine Añez. La someten a una ejecución cruel y pública y es lógico que después de más de cinco meses, una persona se quiebre emocionalmente y trate de acabar con el suplicio. La respuesta es la burla de los verdugos, un sentimiento de victoria, que sólo puede concebirse en mentes medievales que están dispuestas a quemar en la hoguera a un ser humano que, para ellos, no merece ninguna piedad.

Jeanine Añez representa a todos quienes  defendieron el voto, a los que pelearon por la democracia y lo que busca el régimen es escarmentarlos a través del castigo a la ex presidenta. Su suplicio es el de todos y de ahí que el malestar crece, las protestas se intensifican y la comunidad internacional también advierte del peligro que implica seguir sembrando odio en Bolivia.

We know well what an individual does when he feels defeated, cornered, scared to death and powerless in the face of the events that happen around him. We saw it very clearly in the behavior of the cocalero Morales, who screamed in all directions to be allowed to leave the country, who sent his fellow women to beg half the world to allow him to flee. We do not want to imagine what he would have done if it had not been for the intercession of decent people who made things easier for the citizen of Orinoca to wipe his snot in Mexico, where once safe, he resumed his brave and quarrelsome pose.

They all fled like rats. They hid in the embassies of sister countries without anyone running them off. Desperation led them to take the Bible in their hands, to show themselves crying, praying that the “pititas” do not harm them, so that they do not take revenge against them, thinking like the “thief who believes that everyone is of his condition.”

Some policy experts believe it was a mistake not to have done what the MAS expected of those who prevented the October 2019 fraud, but that would have been a mistake. Hatred breeds hatred and we are seeing that right now, with the limitless thirst for revenge expressed by the MAS, with that wild indolence towards former president Añez, whom they want to slowly kill, torture her in front of everyone, destroy her physically and mentally, something that the cocalero would not have resisted, since we already know that he is a crybaby and a coward.

The repeated international demonstrations that show the guilt of the coca grower in the political crisis that we have been going through in Bolivia since February 2016, have caused fright in the ranks of the MAS, which are only closing ranks to protect the former president from any legal consequences. He hides behind the Prosecutor’s Office and other assassins of democracy, he does not want to answer for what he has done, he refuses to put his face and sit on the dock, because he knows that he is not going to bear it.

Those same hounds are raging against Jeanine Añez. She is subjected to a cruel and public execution and it is logical that after more than five months, a person breaks down emotionally and tries to end her ordeal. The answer is the mockery of the executioners, a feeling of victory, which can only be conceived in medieval minds who are willing to burn at the stake a human being who, for them, deserves no mercy.

Jeanine Añez represents all those who defended the vote, those who fought for democracy and what the regime seeks is to punish them by punishing the former president. Her torture is everyone’s and hence the unrest grows, the protests intensify and the international community also warns of the danger of continuing to sow hatred in Bolivia.