Por qué los empleadores quieren trabajadores con alta IE | Why employers want workers with high EQs

Por Liz Mineo, The Harvard Gazette:

Ilustración de Liz Zonarich/Harvard Staff

El informe Future of Jobs destaca el valor de la inteligencia emocional

Un reciente informe sobre El futuro del trabajo del Foro Económico Mundial encontró que, si bien el pensamiento analítico sigue siendo la habilidad más codiciada entre los empleadores, varias habilidades de inteligencia emocional (como motivación, autoconciencia, empatía y escucha activa) se ubican entre las 10 primeras en una lista de 26 competencias centrales.

En esta conversación editada con Ron Siegel, profesor asistente de psicología en la Escuela de Medicina de Harvard, él explica por qué las habilidades de inteligencia emocional son cruciales en el lugar de trabajo, especialmente en la era de la IA.

¿Qué es la inteligencia emocional? ¿Es una forma diferente de ser inteligente?

Es una forma de ser inteligente, pero no lo que usualmente pensamos como ser inteligente. En las últimas décadas, los psicólogos que estudian la inteligencia se han dado cuenta de que existen muchos tipos distintos de inteligencia. Podríamos pensar que alguien con habilidad atlética natural posee una especie de inteligencia corporal o de coordinación; o que alguien con capacidad matemática natural tiene un alto grado de inteligencia matemática, y así sucesivamente.

Si miramos la experiencia humana en el mundo desarrollado, donde muchas personas tienen cubiertas las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y vivienda, aún así existe mucho conflicto e infelicidad. La mayoría de esas tensiones se relacionan con el manejo de nuestras emociones como seres humanos y, en particular, con la complejidad de nuestras reacciones en las relaciones. La inteligencia emocional es una habilidad específica para reconocer los propios sentimientos, trabajar con ellos y no simplemente reaccionar de maneras que resulten problemáticas. También implica reconocer los sentimientos que surgen en los demás y, a partir de ahí, poder trabajar con ellos, resolver conflictos o convivir de manera armónica.

¿Por qué los empleadores consideran la inteligencia emocional como una de las principales habilidades necesarias para prosperar en el lugar de trabajo?

La importancia de la competencia emocional surge de la observación —en el mundo empresarial, académico, militar y en toda actividad humana— de que hay personas altamente competentes en lo técnico y lo analítico, pero que al interactuar con otros hacen que los proyectos se estanquen. Se desperdician muchísimos recursos en malentendidos emocionales o en dificultades para regular las emociones. Somos muy ineficientes al tratar de concretar cosas porque gran parte de nuestra energía se gasta en tratar de quedar bien, en cuidar la imagen que los demás tienen de nosotros, o en reaccionar desproporcionadamente frente a otros. Sospecho que los líderes empresariales se han dado cuenta de que resulta relativamente fácil adquirir experiencia técnica en casi cualquier campo, pero encontrar personas que sepan comprenderse y llevarse bien entre sí es un desafío. En muchos proyectos, existe una creciente conciencia de que esa habilidad será la que marque la diferencia.

¿Puede hablarnos de la evolución del concepto de inteligencia emocional desde la publicación del libro Emotional Intelligence en 1995, de Daniel Goleman, Ph.D. ’74?

La humanidad lo sabe desde hace mucho tiempo. Las culturas occidentales industrializadas han favorecido ampliamente otras formas de inteligencia, como la lógica analítica, la matemática y las habilidades empresariales, por encima de las habilidades relacionales y de conexión con los sentimientos. Con el paso de los años, los psicólogos han tomado mayor conciencia de ese fuerte sesgo cultural hacia ciertos tipos de inteligencia y en contra de otros, y han tratado de corregirlo prestando atención a la inteligencia emocional. Y cuando Daniel Goleman escribió su libro fundamental, la gente empezó a darse cuenta de que había muchas personas con puntajes altos en pruebas como el SAT y el GRE que, sin embargo, no prosperaban en la vida ni siquiera en su trabajo. Al analizar el porqué, se descubrió que no sabían cómo manejar sus emociones ni leer las de los demás, y tampoco cómo relacionarse de manera eficaz. En cambio, otras personas con puntajes mucho más bajos sí tenían la capacidad de entender a los demás, de armar un equipo, liderarlo y alcanzar grandes logros. Cada vez hay mayor conciencia de que la inteligencia emocional es relevante, incluso para actividades externas, materiales y orientadas a objetivos.

¿Son relevantes las habilidades de inteligencia emocional en la era de la IA?

A medida que las personas interactúan cada vez más con chatbots en lugar de con seres humanos para realizar su trabajo, sospecho que las interacciones humanas auténticas y conectadas serán aún más importantes. Los seres humanos estamos programados para ser una especie social: anhelamos la conexión con los demás. Odiamos la experiencia de ser marginados o excluidos del grupo. Eso forma parte de nuestra naturaleza primate, y sospecho que, conforme más aspectos de la vida se desarrollen a través de interacciones con la IA —aunque imite muy bien las respuestas humanas—, la gente deseará respuestas simples y naturales. Esa es mi esperanza: que se valore la conexión genuina en lugar de preferir pasar el tiempo con chatbots porque “mi chatbot es más amable conmigo que mi pareja” o “está más dispuesto a cambiar de opinión para adaptarse a mis necesidades”. Espero que no nos inclinemos por los chatbots solo porque son mejores para alimentar nuestro ego.

“A medida que las personas interactúan cada vez más con chatbots en lugar de con seres humanos para realizar su trabajo, sospecho que las interacciones humanas auténticas y conectadas serán aún más importantes”.

¿Cuáles son los componentes de la inteligencia emocional? ¿Cómo podemos volvernos emocionalmente competentes?

El primer componente es la autoconciencia, es decir, ser conscientes de nuestros propios pensamientos, sentimientos y de lo que ocurre dentro de nosotros. Es la capacidad de notar que cada interacción simple despierta una multitud de emociones y asociaciones con otros momentos de nuestra vida.
El segundo gran ámbito es la autorregulación, la habilidad de manejar nuestras emociones de manera saludable. Significa que podemos sentir la gama completa de emociones sin vernos desbordados por ellas.
El tercer componente es la conciencia social o empatía, que consiste en percibir lo que ocurre en los demás. Implica liberarnos lo suficiente de la autocomplacencia como para reconocer que otras personas tienen necesidades, deseos, temores y heridas, y así poder responderles de manera adecuada.
Y el cuarto gran componente son las habilidades sociales, es decir, la capacidad de trabajar bien en equipo, resolver conflictos y ayudar a que el grupo coopere.

La competencia emocional también es clave en nuestra vida personal. Soy psicólogo clínico de formación, y sé que la mayoría de las personas no tienen dificultades porque no puedan responder una pregunta técnica. Sus problemas aparecen porque no saben cómo llevarse bien con sus hijos, sus padres, sus parejas, sus hermanos, sus vecinos o sus amigos. ¿Cómo dejamos de herir los sentimientos de los demás y encontramos una manera de sentirnos seguros, conectados y amarnos mutuamente? Ese es nuestro gran desafío.

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