By El Dia:
The PDC candidate defends his running mate Edman Lara, despite outbursts that fuel criticism, while facing suspicions of ties to MAS and the paradox of ranking third in Tarija, his own stronghold.
Rodrigo Paz finds himself trapped in a political labyrinth that seems to close in on him with every step. He won the general elections with Edman Lara as his running mate, but his victory is overshadowed by three burdens: suspicion of ties with MAS, rejection in his native Tarija, and a rebellious captain who threatens to shatter his dream.
The breaking point came with Lara’s statements in El Alto, where he not only insulted Jorge “Tuto” Quiroga, his direct rival in the runoff, but also warned that if Paz fails to deliver for the people, he himself will confront him. Cheered on by supporters, the scene left the PDC candidate in an awkward position: defending his running mate while trying to contain rhetoric bordering on insubordination.
Journalists’ associations reacted harshly when Lara targeted Carlos Valverde and Vania Borja, discrediting them even with personal allusions. The ANPB, APSC, and the Women Journalists’ Circle of La Paz denounced harassment and intimidation of the press, reminding that freedom of expression is constitutionally protected.
Instead of drawing a clear line, Paz chose to justify his ally. “It was a moment of frustration,” he said, admitting he shared the core of Lara’s anti-corruption message, though not the form. That defense was seen as a sign of weakness—and of necessity: Paz cannot afford to lose Lara, who has become the populist engine of his campaign.
At the same time, old accusations resurfaced of his alleged support for 21F, when Evo Morales sought indefinite reelection. A 2016 video showing Paz alongside the former president has gone viral again. The Tarija native insists he said “yes to the works” and not to the referendum, accusing Bolivia Tv of manipulation. Still, the MAS ghost haunts him, feeding much of the “dirty war” he denounces.
The problem is that this shadow weighs heavier in Tarija than anywhere else. In his homeland, where he once served as mayor and senator, he came in third with less than 20% of the vote. For a candidate seeking to lead from regional identity, the blow is brutal. Paz blames former authorities, the Governor’s Office, and even Evo himself for waging war against him with lawsuits and smear campaigns.
Tarija’s rejection not only erodes his legitimacy, it also exposes the contradiction of a leader who promises national unity but cannot reconcile with his own people. “In the runoff we will win in Tarija,” he repeats like a mantra, though Sirepre’s results suggest otherwise.
Meanwhile, Lara remains a major problem. His public apologies have not erased homophobic insults against Quiroga or veiled threats against journalists. His brutal style, as candidate’s father Jaime Paz Zamora described it, shakes the PDC and splits opinions between those who see him as an anti-corruption fighter and those who view him as a liability.
Former president Paz Zamora asked for understanding of the ex-police captain’s immaturity, but his defense sounded more like resignation than conviction. “He has shaken us all,” he admitted, hinting that the ticket is fragile—propped up more by protest votes than by a solid political project.
Thus, Rodrigo Paz faces a double challenge: convincing the country he is not a Trojan horse for MAS and restraining a running mate who seems more eager to eclipse him than to support him. The labyrinth is narrow, and each move traps him further.
The paradox is clear: he won the general election but risks losing the narrative. Instead of projecting leadership, he appears defensive—justifying Lara, explaining old videos, and promising Tarija what its voters deny him.
In this scenario, the runoff will not only be against Tuto Quiroga. Above all, it will be against his own ghosts: MAS, rejection at home, and a captain whose every outburst threatens to snatch away his dream of becoming president.
Por El Día:
El candidato del PDC defiende a su compañero Edman Lara, pese a los exabruptos que levantan críticas, mientras enfrenta sospechas de vínculos con el masismo y la paradoja de ser tercero en Tarija, su propio bastión.
Rodrigo Paz ha quedado atrapado en un laberinto político que parece cerrársele a cada paso. Ganó las elecciones generales con Edman Lara como compañero de fórmula, pero su victoria está marcada por tres sombras: la sospecha de vínculos con el MAS, el rechazo en su natal Tarija y un capitán díscolo que amenaza con derrumbarle la ilusión.
El punto de quiebre vino con las declaraciones de Lara en El Alto, donde no solo insultó a Jorge “Tuto” Quiroga, rival directo en la segunda vuelta, sino que llegó a advertir que si Paz no cumple con el pueblo, él mismo lo enfrentará. La escena, coreada por sus seguidores, dejó al presidenciable del PDC en una posición incómoda: defender a su candidato y, al mismo tiempo, contener un discurso que raya en la insubordinación.
Las asociaciones de periodistas reaccionaron con dureza cuando Lara dirigió sus ataques a Carlos Valverde y Vania Borja, a quienes descalificó incluso con alusiones familiares. La ANPB, la APSC y el Círculo de Mujeres Periodistas de La Paz denunciaron hostigamiento y amedrentamiento contra la prensa, recordando que la libertad de expresión está protegida por la Constitución.
Lejos de cortar por lo sano, Paz optó por justificar a su compañero. “Fue un momento de ofuscación”, dijo, admitiendo que comparte de fondo su mensaje contra la corrupción, aunque no la forma. Ese respaldo fue interpretado como una señal de debilidad y también de necesidad: Paz no puede darse el lujo de perder a Lara, convertido en el motor populista de su campaña.
En paralelo, resurgieron las viejas acusaciones de un supuesto apoyo al 21F, cuando Evo Morales buscaba la reelección indefinida. Un video de 2016, en el que Paz aparece junto al expresidente, volvió a circular con fuerza en redes sociales. El tarijeño insiste en que dijo “sí a las obras” y no al referéndum, y acusa a Bolivia Tv de manipular las imágenes. Sin embargo, el fantasma del masismo lo persigue y explica buena parte de la “guerra sucia” que denuncia.
El problema es que esa sombra pesa más en Tarija que en cualquier otro lugar. En su tierra, donde fue alcalde y senador, quedó tercero con menos del 20% de los votos. Para un candidato que busca liderar desde la identidad regional, el golpe es brutal. Paz acusa a viejas autoridades, a la Gobernación y al propio Evo de haberle hecho la guerra con procesos y campañas de desprestigio.
El rechazo tarijeño no solo erosiona su legitimidad, también expone la contradicción de un líder que promete unidad nacional, pero no logra reconciliarse con su propia gente. “En la segunda vuelta vamos a ganar en Tarija”, repite como mantra, aunque el resultado del Sirepre muestre lo contrario.
Mientras tanto, Lara continúa siendo un problema mayor. Sus disculpas públicas no borran los insultos homofóbicos contra Quiroga ni las amenazas veladas contra periodistas. Su estilo brutal, como lo calificó Jaime Paz Zamora, padre del candidato, sacude al PDC y divide la percepción entre quienes lo ven como un luchador contra la corrupción y quienes lo consideran un factor de riesgo.
El expresidente Paz Zamora pidió entender la inmadurez del ex capitán de policía, pero su defensa suena más a resignación que a convicción. “Nos ha sacudido a todos”, admitió, dejando entrever que el binomio es una apuesta frágil, sostenida por la ilusión de un voto de protesta más que por la solidez de un proyecto político.
Así, Rodrigo Paz enfrenta un doble desafío: convencer al país de que no es un caballo de Troya del MAS y contener a un compañero que parece más empeñado en eclipsarlo que en respaldarlo. El laberinto es estrecho y cada movimiento lo encierra más.
La paradoja es evidente: ganó la elección general, pero arriesga perder la narrativa. En lugar de proyectar liderazgo, aparece a la defensiva, justificando a Lara, explicando viejos videos y prometiendo en Tarija lo que el electorado le niega.
En este escenario, la segunda vuelta no será solo contra Tuto Quiroga. Será, sobre todo, contra sus propios fantasmas: el MAS, el rechazo en su tierra y un capitán que, con cada exabrupto, amenaza con arrebatarle la ilusión de convertirse en presidente.
