By Edwin Cacho Herrera, Brujula Digital:
Things couldn’t be worse for the government of Luis Arce Catacora just days before the MAS-IPSP registers its ticket and other candidacies. On top of the grim facets of the multidimensional crisis, there is now a widespread sense of panic at all levels of the Executive, which further paralyzes an administration already sinking on all fronts. They can no longer stand each other. This is the end.
What happens when power ends, when the political appointments are gone? How will those privileged over the past two decades survive? As in all moments of political collapse, hatred, vengeance, purges… the basest instincts are beginning to emerge among them.
Those who turned their backs on Evo Morales without a second thought starting in 2021 are now doing the same with Arce. They justify themselves by claiming they always supported renewal within MAS, which, according to these turncoats, makes them worthy followers of Andrónico Rodríguez, “the president of the new Bolivia.”
They are willing to hand over revealing information about a cabinet colleague, a ministry partner, an office buddy or someone at a state-owned company — anything that might be useful to the “androniquismo” faction or even to opposition groups, all in hopes of securing some future for themselves after November 8.
But bad news rarely comes alone. The Casa Grande commissioned flash polls every two days over the past two weeks to measure public perception of Arce’s administration. Brace yourself: rejection may have reached 94%.
That figure is lethal, and not just for the president. It threatens to drag social movement leaders, top Executive and Legislative officials, and the new bosses of the Political Instrument down into the abyss. Some believe the emergency exit is to seek candidacies with MAS or other alternatives.
What prompted this desperate move? The deadlock before and after May 11 — the date when the top bodies of the Unity Pact and MAS were finally supposed to choose the official ticket and the other 350 candidates.
Arce has repeatedly insisted internally that he holds the acronym, the power, and the resources to keep the reelection option afloat. But few, very few, still believe the siren songs coming from the top floors of the Casa Grande.
Some have tried to approach the “androniquismo” faction, but the response was evasive — they don’t want to get tainted by the collapse and other as-yet-unexposed scandals. Arce’s circle is left with two choices: press forward with Lucho’s candidacy or begin a government transition to prevent further damage.
The crisis of a thousand faces deepens by the day, and the call to President Arce can be none other than to initiate and lead the transition for the handover of power at the end of his mandate (2020–2025), even if some legalists argue that results from the August 17 election and a possible runoff must be awaited.
But what won’t wait is the desperation of a majority that can no longer find dollars for under 14 bolivianos, no longer buys bread for 50 centavos in some cities, must pay up to 20 bolivianos for a kilo of chicken and over 70 for a kilo of beef, and can’t find eggs for less than one boliviano.
In these six months of transition, from May to November, Arce should focus his energy — and that of his loyal collaborators (some of whom may resign to run) — on actions to prevent new fuel crises due to the lack of dollars to pay intermediaries, avoid the dreaded default, stop the inflationary surge caused by factors like the smuggling of goods to neighboring countries, stop inaugurating useless and unprofitable industrial plants, and reject regulations aimed at absurdly controlling cryptocurrency markets.
A fundamental task should be to guarantee minimum levels of governability so that the general elections can be held in a relatively calm social environment. It should also ensure that natural disasters are addressed efficiently, prevent new forest and grassland fires, avoid further land seizures, and reduce river pollution from illegal mining, among other initiatives.
President Arce Catacora’s government is nearing its end, and what is now required is to act wisely — to begin an orderly transition, free from major shocks, and seek to make the damage his administration inflicted upon itself in 2023 — when it had every condition to relaunch itself comprehensively and chose not to — less painful in the short and medium term.
Edwin Cacho Herrera Salinas is a journalist and analyst.
Por Edwin Cacho Herrera, Brújula Digital:
Las cosas no podían estar peor para el gobierno de Luis Arce Catacora a días de que el MAS-IPSP inscriba su binomio y otras candidaturas. A las som brías facetas de la crisis multidimensional, se suma ahora un generalizado sentimiento de pánico en todos los niveles del Ejecutivo, lo que tiende a paralizar aún más una administración que hace aguas por todo lado. Ya no se pueden ver entre ellos. Es el final.
¿Qué hacer cuando se acabe el poder, cuando se acaben las pegas? ¿Cómo van a vivir los privilegiados de las últimas dos décadas? Como ocurre en situaciones de colapso político, han comenzado a brotar los odios, las venganzas, las purgas… los bajos instintos entre unos y otros.
Quienes le dieron la espalda a Evo Morales sin pensarlo dos veces a partir de 2021, empezaron a hacer lo mismo con Arce. Se justifican afirmando que siempre impulsaron la renovación en el MAS y eso, según los saltinbamquis, los hace dignos seguidores de Andrónico Rodríguez, “el presidente de la nueva Bolivia”.
Están dispuestos y dispuestas a entregar información reveladora de su colega de gabinete, de su compañero de ministerio, de su yunta de oficina o de empresa estatal que pueda ser útil para el androniquismo e incluso para los frentes opositores, a fin de tener algún tipo de perspectiva a partir del 8 de noviembre.
Pero, como las malas noticias nunca vienen solas, la Casa Grande encargó encuestas flash, cada dos días, en las últimas dos semanas, para medir la percepción ciudadana sobre la gestión encabezada por Arce. Agárrate de donde puedas porque el rechazo habría alcanzado el 94%.
El dato es letal, pero no solo para el presidente. Amenaza con arrastrar al abismo a dirigentes de sectores sociales, jerarcas del Ejecutivo y del Legislativo, y a los nuevos mandamases del Instrumento Político. Algunos creen que la salida de emergencia es buscar ser candidatos del MAS o de otras opciones.
¿Qué ha provocado ese intento de salvación? Empantanamiento antes y después del 11 de mayo, la fecha en la que por fin las máximas instancias del Pacto de Unidad y del MAS iban a elegir al binomio oficialista y las otras 350 candidaturas.
Arce ha reiterado internamente que posee la sigla, el poder y los recursos de su lado para mantener a flote la opción de la reelección, pero pocos, muy pocos, ya creen en cantos de sirena que salen desde los últimos pisos de la Casa Grande.
No ha faltado quien ha intentado acercamientos con el androniquismo, pero la respuesta fue elusiva porque no quiere acabar impregnado con el descalabro y otros males aún por salir a la luz pública. Al arcismo le queda insistir con la candidatura de Lucho o iniciar la transición gubernamental que evite más abolladuras.
La crisis de los mil rostros se agudiza cada día y el pedido al presidente Arce no puede ser otro que inicie y dirija la transición para la entrega del poder a la finalización de su mandato (2020-2025), aunque algunos, a quienes les gusta enredarse en lo leguleyo, dirán que hay que esperar los resultados de los comicios del 17 de agosto y de una probable segunda vuelta.
Lo que no espera es la desesperación de la mayoría de la población que ya no encuentra dólares a menos de 14 bolivianos, dejó de comprar pan a 50 centavos en ciertas ciudades, debe pagar hasta 20 bolivianos por cada kilo de pollo y más de 70 bolivianos si busca un kilo de carne vacuna, y no encuentra un huevo en menos de 1 boliviano.
En estos seis meses de transición, entre mayo y noviembre, Arce debería concentrar sus energías y las de sus colaboradores leales —habrá quienes renuncien para candidatear— en acciones para evitar nuevas crisis de carburantes por falta de dólares para pagar a los intermediarios, impedir que se produzca el temido default, frenar la escalada inflacionaria por factores como el contrabando de productos a países vecinos, dejar de inaugurar plantas industriales inútiles y deficitarias, o aprobar normas que buscan aplicar regulaciones absurdas a los mercado de las criptomonedas.
Una tarea fundamental debería apuntar a garantizar mínimos niveles de gobernabilidad para que las elecciones generales se realicen un relativo ambiente de tranquilidad social, además de controlar que se atiendan eficientemente los desastres naturales, se eviten nuevas quemas de bosques y praderas, más avasallamientos de tierras y mayor contaminación de ríos por la minería ilegal, entre otras iniciativas.
El gobierno del presidente Arce Catacora se acerca al final y lo que corresponde es actuar con inteligencia, iniciando una transición ordenada, sin mayores sobresaltos, buscando que el daño que su gestión se autoinfringió en 2023, cuando tuvo todas las condiciones para relanzarse de manera integral y no quiso hacerlo, sea menos doloroso en el corto y mediano plazo.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
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