By Joaquín Terán:
It is well known that Latin America’s independence did not immediately bring stability or order: instead, it opened the door to chaos, fragmentation, and internal conflict. The nation-state concept, still immature in the continent, lacked strong institutions to sustain it. The liberal bourgeoisie that had driven emancipation lacked both the strength and vision to consolidate a new political order.
It was in this vacuum that a man arose who would mark a turning point in Bolivia’s history: a newly born country, without the full support of its founding “father,” Bolívar. In this context, Bolivia cannot be understood without Andrés de Santa Cruz, the Indian condor, son of an Aymara cacica and a Spaniard belonging to the Creole nobility.
After the resignation and forced exile of Marshal Antonio José de Sucre in 1828, Bolivia found itself in a state of deep vulnerability. Few like the Marshal understood that the independence process needed to be accompanied by a strong and firm centralism.
Historian Erick Langer, in his article “The Founding of Bolivia in the Latin American Context 1825–1830,” notes that political instability was a common feature across the region. While countries like Argentina, Chile, and Peru debated between political models (federalism vs. centralism)—with Peru even at war with Gran Colombia (1828–1829) and Argentina without a stable president for nearly three decades (1827–1854)—Bolivia found in Santa Cruz’s centralism its cohesive force.
Unlike his neighbors, the Marshal did not rely solely on his caudillo figure but on his remarkable ability to institutionalize the State. Starting with the so-called “tribute,” a colonial-era tax imposed on indigenous ayllus, together with mining and textile production, Bolivia was able to finance its army—composed largely of Colombian officers—and pay off the debts incurred during independence.
This military power quickly manifested itself: in 1834, Bolivia annexed Tarija under the watch of the United Provinces of the Río de la Plata (Argentina), demonstrating its ability to protect and expand its borders.
His vision of progress extended to other areas. Regarding international trade:
He secured trade treaties with European powers such as France (1834) and England (1836), opening the doors to the global economy. He founded the Universidad Mayor de San Andrés in La Paz and the University of San Simón in Cochabamba, pillars of Bolivia’s educational system to this day.
Santa Cruz’s most ambitious project was the creation of the Peru-Bolivian Confederation in 1836. This geopolitical megaproject unified both countries and sparked great fear among neighboring nations, especially Chile. Although the Confederation was dissolved in 1839 due to internal and external pressures, it proved that Bolivia was capable of leading a project that matched its regional importance.
The Marshal of Zepita was not only significant within the continental framework but left a global imprint as well. After his exile, he was appointed Bolivia’s plenipotentiary minister to France, England, Spain, and Belgium. During his European exile, as indicated in his death certificate in France in 1865, Andrés de Santa Cruz received two of the highest honors of the 19th century: he was named Grand Officier de la Légion d’Honneur in France and Grand Officier de l’Ordre de Léopold in Belgium. Both titles corresponded to the second-highest rank within each order, reserved for heads of state, victorious generals, ministers, and high-ranking diplomats.
Despite being one of Bolivia’s most important founding figures, Andrés de Santa Cruz has not always received the recognition he deserves. Although in 1964, under the presidency of René Barrientos Ortuño, a decree was issued to place his portrait alongside those of Bolívar and Sucre in state buildings, this practice is not maintained today.
It is essential to recover the memory of the “Indian condor,” a visionary who, through leadership and institutional capacity, gave form and stability to a nation in its early years of life. His legacy goes beyond a single presidential term; it represents the foundation upon which the Bolivian State was built.
Por Joaquín Terán Avendaño:
Es conocido que la independencia de América Latina no trajo de inmediato estabilidad ni orden: en lugar de ello, abrió las puertas a un escenario de caos, fragmentación y conflictos internos. El concepto de Estado-nación, aún inmaduro en el continente, carecía de instituciones sólidas que lo sostuvieran. La burguesía liberal que impulsó la emancipación carecía de la fuerza y de la visión necesarias para consolidar un nuevo orden político.
Es en ese vacío donde surge un hombre que marcaría un antes y un después en la historia de Bolivia: un país recién nacido,sin el total apoyo de su ‘padre’ fundador, Bolívar. En este contexto no se entiende Bolivia sin Andrés de Santa Cruz, el cóndor indio, hijo de una cacique de origen aymara y de un español perteneciente a la nobleza criolla.
Tras la renuncia y exilio forzado del Mariscal Antonio José de Sucre en 1828, Bolivia se encontraba en un estado de profunda vulnerabilidad. El Mariscal como pocos, entiende que el proceso de independencia debe ser acompañado por un centralismo fuerte y marcado.
El historiador Erick Langer, en su artículo “La fundación de Bolivia en el contexto latinoamericano 1825-1830”, señala que la inestabilidad política fue una característica común en la región. Mientras que países como Argentina, Chile y Perú se debatían entre modelos políticos (federalismo vs. centralismo), con Perú incluso en guerra con la Gran Colombia (1828-1829) y Argentina sin un presidente estable durante casi tres décadas (1827-1854), Bolivia encontró en el centralismo de Santa Cruz su factor de cohesión.
A diferencia de sus vecinos, el Mariscal no solo basó su poder en su figura de caudillo, sino en su notable capacidad para institucionalizar el Estado. Comenzando por , el llamado ‘’tributo’’ un impuesto que data de la época colonial, y que concierne a las comunidades indígenas ‘’ayllus’’. Esto acompañado de una producción minera y textil permitió que Bolivia financiará su ejército, este ingreso fiscal permitió a Bolivia financiar a su ejército, compuesto en gran parte por militares colombianos, y pagar la deuda contraída durante la independencia.
Este poderío militar no tardó en manifestarse: en 1834, Bolivia anexó Tarija ante la mirada de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina), demostrando su capacidad para proteger y expandir sus fronteras.
Su visión de progreso se extendió a otros ámbitos. En cuanto al Comercio internacional:
Logró tratados comerciales con potencias europeas como Francia (1834) e Inglaterra(1836), abriendo las puertas a la economía global. Fundó la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz y la Universidad de San Simón en Cochabamba, pilares del sistema educativo boliviano hasta el día de hoy.
El proyecto más ambicioso de Santa Cruz fue la creación de la Confederación Perú-Boliviana en 1836. Este megaproyecto geopolítico unificó a ambos países y causó un gran temor en las naciones vecinas, especialmente en Chile. Si bien la Confederación fue disuelta en 1839 debido a problemas internos y externos, demostró que Bolivia era capaz de armar un proyecto acorde a su relevancia.
El Mariscal de Zepita no solo fue trascendente en el marco continental pero dejo una huella a nivel mundial. Después de su exilio fue nombrado ministro plenipotenciario de Bolivia en Francia, Inglaterra, España y Bélgica. En su exilio europeo, como lo indica su acta de defunción en Francia en 1865, Andrés de Santa Cruz recibió dos de las más altas distinciones del siglo XIX: fue nombrado Grand Officier de la Légion d’Honneur en Francia y Grand Officier de l’Ordre de Léopold en Bélgica. Ambos títulos corresponden al segundo grado más elevado dentro de cada orden y se reservaban para jefes de Estado, generales victoriosos, ministros y diplomáticos de primer rango.
A pesar de ser uno de los próceres más importantes de Bolivia, la figura de Andrés de Santa Cruz no siempre ha recibido el reconocimiento que merece. Aunque en 1964, bajo la presidencia de René Barrientos Ortuño, se emitió un decreto para colocar su retrato entre los de Bolívar y Sucre en los recintos del Estado, esta práctica no se mantiene en la actualidad.
Es fundamental rescatar la memoria del “cóndor indio”, un visionario que, a través de su liderazgo y capacidad de institucionalización, logró darle forma y estabilidad a una nación en sus primeros años de vida. Su legado va más allá de un simple período presidencial; representa el cimiento sobre el cual se construyó el Estado boliviano.
