By Remberto Hurtado, Leonardo Putaré, El Deber:
From Egg to Laboratory: Students Succeed in Extracting Homemade Hyaluronic Acid

Hyaluronic acid with a university seal.
Biochemistry students found a way to obtain hyaluronic acid from the eggshell membrane. Their proposal, with medical, cosmetic, and sustainable applications, began as a homemade practice.
A common household waste became a potential accessible and sustainable solution for regenerative medicine, the cosmetics industry, and pharmaceuticals. Five Bolivian biochemistry students, currently in their internship phase, managed to extract hyaluronic acid from the membrane of eggshells.
The idea sprouted from Erika Chura’s family experience. “Since I was little, I saw how my family used the egg film to heal wounds. It was homemade, but it worked,” she recalls. That traditional practice became a scientific hypothesis that gave rise to a research project. The university students, trained at the Universidad Privada Franz Tamayo (Unifranz), decided to look beyond waste and see a valuable resource.
With the support of specialized literature, Mariana Mamani explains that the group discovered the unique properties of the membrane. “We suspected its healing capacity could be due to hyaluronic acid, a molecule known for its role in tissue regeneration. Then everything made sense,” she says.
The discovery was strengthened when they found a local study that used eggshell membranes on mouse wounds. “The treated animals healed faster and without visible scars,” highlights Guadalupe Mery Tarqui. “It was impactful because it scientifically validated what we had learned from our grandmothers.”
The team then set an ambitious goal: to confirm the presence of hyaluronic acid in the membrane and develop a product with clinical and commercial potential. “Hyaluronic acid is very expensive. Creams, eye drops, or injections containing it are usually imported. If we could extract it from a waste product like eggshells, we’d have an affordable and eco-friendly alternative,” argues Tarqui.
It wasn’t easy. The lack of specialized equipment forced them to look for alternatives. “We would have loved to use high-performance liquid chromatography (HPLC), but we don’t have that equipment. We used spectrophotometry and, as a reference standard, we used commercial eye drops containing hyaluronic acid. The similarities allowed us to deduce that we had, in fact, extracted it,” explains Erika Chura.
They also conducted rigorous microbiological controls to ensure the product wasn’t contaminated. “We’re working with organic material, so it was essential to follow strict protocols,” adds Mamani.
One of the biggest challenges was collecting enough raw material. “You need a large quantity of eggshells to get just a few grams of membrane. We made agreements with bakeries and pastry shops. Then we had to wash, dry, and carefully process the membranes,” says Cinthia Aydee Laura.
Even the drying process was problematic. “At first, we dried them in the sun, but they darkened and lost properties. We had to adapt the method to preserve their active components,” explains Celia Teodora, another team member.
The result was a 2% hyaluronic acid gel, although they haven’t yet confirmed its exact purity. “We don’t want to market it without complete quality controls. But we’ve taken the first step,” Erika affirms. The team hopes the project can evolve with more technical and academic support.
Hyaluronic acid has multiple applications: from cosmetic use in creams and skin treatments to medical therapies for conditions like rosacea, osteoporosis, or osteoarthritis. “It’s also used in injections to regenerate cartilage and improve mobility in people with bone wear. If we produce it locally, we could make it more accessible,” Tarqui points out.
The project also has an ecological dimension. “In Bolivia, there’s no recycling culture. Reusing eggshells could reduce the organic waste burden. Turning trash into a high-value input is a step toward a circular economy,” reflects Chura.
The students emphasize that doing science in Bolivia is possible. “Even if we don’t have the best equipment, we can still do research. All it takes is curiosity, commitment, and effort,” says Mariana. “We’re not in the first world, but that doesn’t limit us.”
Motivation also came from faculty support. Dr. Cervando Gutiérrez Foronda guided them through the process and celebrated their determination. The message the researchers leave for future generations is clear: “Don’t get discouraged if you don’t find immediate answers. Research is like searching in the dark. But there’s always a light if you move forward with determination. Many times, the answer lies in the most ordinary things, like a simple eggshell,” she concluded.
Por Remberto Hurtado, Leonardo Putaré, El Deber:
Del huevo al laboratorio: estudiantes logran extraer ácido hialurónico casero

Ácido hialurónico con sello universitario.
Estudiantes de Bioquímica hallaron una forma de obtener ácido hialurónico a partir de la membrana del huevo. Su propuesta, con aplicaciones médicas, cosméticas y sostenibles, nació de una práctica casera.
Un residuo cotidiano se convirtió en una posible solución accesible y sostenible para la medicina regenerativa, la industria cosmética y la farmacéutica. Cinco estudiantes bolivianas de Bioquímica, actualmente en etapa de internado, lograron extraer ácido hialurónico a partir de la membrana de la cáscara de huevo.
La idea germinó en la experiencia familiar de Erika Chura. “Desde pequeña vi cómo mi familia usaba la telita del huevo para curar heridas. Era algo casero, pero funcionaba”, recuerda. Esa práctica tradicional se transformó en una hipótesis científica que dio origen a un proyecto de investigación. Las universitarias, formadas en la Universidad Privada Franz Tamayo (Unifranz), decidieron mirar más allá del residuo para ver un recurso valioso.
Con el apoyo de bibliografía especializada, Mariana Mamani relata que el grupo descubrió las propiedades únicas de la membrana. “Sospechamos que su capacidad cicatrizante podía deberse al ácido hialurónico, una molécula conocida por su rol en la regeneración de tejidos. Entonces todo cobró sentido”, señala.
El hallazgo se fortaleció al encontrar un estudio local que utilizó membranas de huevo en heridas de ratones. “Los animales tratados cicatrizaban más rápido y sin dejar marcas visibles”, destaca Guadalupe Mery Tarqui. “Fue impactante, porque validaba científicamente lo que conocíamos desde nuestras abuelas”.
El equipo se planteó entonces un objetivo ambicioso: confirmar la presencia del ácido hialurónico en la membrana y desarrollar un producto con potencial clínico y comercial. “El ácido hialurónico es muy costoso. Las cremas, colirios o inyecciones que lo contienen suelen ser importadas. Si podíamos extraerlo de un desecho como la cáscara de huevo, tendríamos una propuesta económica y ecológica”, argumenta Tarqui.
No fue sencillo. La falta de equipamiento especializado obligó a buscar alternativas. “Nos hubiera encantado usar cromatografía líquida de alta resolución (HPLC), pero no contamos con ese equipo. Usamos espectrofotometría y como patrón de referencia empleamos colirios comerciales que contienen ácido hialurónico. Las coincidencias nos permitieron deducir que sí lo habíamos extraído”, explica Erika Chura.
Además, realizaron controles microbiológicos rigurosos para garantizar que el producto no estuviera contaminado. “Trabajamos con material orgánico, por lo que era esencial seguir protocolos estrictos”, añade Mamani.
Uno de los mayores desafíos fue recolectar suficiente materia prima. “Se necesita una gran cantidad de cáscaras para obtener apenas unos gramos de membrana. Hicimos convenios con panaderías y pastelerías. Después, había que lavar, secar y procesar cuidadosamente las membranas”, señala Cinthia Aydee Laura.
Incluso el proceso de secado fue problemático. “Al principio las poníamos al sol, pero se oscurecían y perdían propiedades. Tuvimos que adaptar el método para conservar sus componentes activos”, explica Celia Teodora, otra integrante del grupo.
El resultado fue un gel al 2% de ácido hialurónico, aunque aún no han podido confirmar su pureza exacta. “No queremos comercializar sin controles de calidad completos. Pero dimos un primer paso”, asegura Erika. El equipo confía en que el proyecto pueda evolucionar con más apoyo técnico y académico.
Las aplicaciones del ácido hialurónico son múltiples: desde su uso cosmético en cremas y tratamientos para la piel, hasta terapias médicas para enfermedades como la rosácea, osteoporosis o artrosis. “También se emplea en inyecciones para regenerar cartílago y mejorar la movilidad en personas con desgaste óseo. Si lo producimos localmente, podríamos hacerlo más accesible”, señala Tarqui.
El proyecto también tiene una dimensión ecológica. “En Bolivia no hay cultura de reciclaje. Reutilizar las cáscaras podría reducir la carga de residuos orgánicos. Convertir basura en un insumo de alto valor es un paso hacia la economía circular”, reflexiona Chura.
Las estudiantes subrayan que hacer ciencia en Bolivia es posible. “Aunque no tengamos los mejores equipos, podemos investigar. Solo se necesita curiosidad, compromiso y esfuerzo”, dice Mariana. “No estamos en el primer mundo, pero eso no nos limita”.
La motivación también provino del acompañamiento docente. El Dr. Cervando Gutiérrez Foronda las guio durante el proceso y celebró su determinación. El mensaje que las investigadoras dejan a futuras generaciones es claro: “No se desanimen si no encuentran respuestas inmediatas. Investigar es buscar en la oscuridad. Pero siempre hay una luz si se avanza con determinación. Muchas veces, la respuesta está en lo más cotidiano, como una simple cáscara de huevo”, finalizó.
